Rumbo a Rhode Island

92 15 6
                                    

A primera vista ella es fuerte.
Pero mira bien,
sus manos están temblando.

Una noche sin café

Camila

No sé qué me poseyó cuando le dije a Lex que quería conocer a sus padres, fue sin lugar a dudas atrevido y apresurado de mi parte, pero no me arrepiento, mejor esto que quedarme sola en casa torturando mi cabeza imaginando mil escenarios en los que mi hijo sufre algún tipo de desplante o menosprecio por parte de la esposa de Liam. Ni siquiera conozco a la mujer y ya la estoy condenando. Ahora, debo reconocer que ver a Lex manejando su lujosa camioneta puede ser una imagen bastante distractora. Y la música también ayuda, por supuesto. He cantado cada canción que ha salido de los altavoces desde que salimos de la ciudad, en este momento estoy con <Fredoom>, de Will Pharrell.

—Ahora en francés —me reta el cantante, porque claro, no quiere creer que hablo todos lo idiomas que le he dicho que hablo.

Y yo lo complazco.

»Ahora en italiano. En español. En alemán. —Ríe cada vez que me escucha cambiar al idioma que me indica—. Chino. —Esta vez una carcajada suya me sorprende—. Te escuchas condenadamente graciosa. Hmm, quiero escucharla en ruso. —Su cabeza gira en mi dirección al oírme—. Joder. ¿También lo hablas? —exclama con asombro—. Veamos en griego.

Y me tiene, así que comienzo a balbucear sonidos incoherentes y sin sentido, con la esperanza de que no lo note, pero lo hace.

—¡Ajá! Con que la niña no sabe hablar griego.

Rio.

—Lo aprenderé. Buscaré clases de fines de semana si es necesario. —Y soy capaz de hacerlo solo para borrar esa sonrisa burlona de su rostro.

—¿Cómo demonios puedes cambiar de idioma como si te cambiaran de chip?

No es tan difícil en realidad, pero me gusta verlo tan impresionado.

—Cuando era niña, para practicar mi interpretación y dicción, ponía música en mi habitación y hacia esto precisamente, cantarla en diferentes idiomas.

Me sorprende al estirar su mano y tomar la mía que descansa en mi pierna. Me agrada.

—Eras un ratón de biblioteca, ¿verdad?

—No. Solo me gustaba sacar buenas calificaciones y realmente no me era tan difícil. Aprender idiomas era por placer, tal vez como lo era para ti tocar con tu banda en el garaje.

—Un ratón de biblioteca —murmura para sí—. ¿Alguna vez te mandaron a detención?

Río por su pregunta.

Cariño —le digo con paciencia, viéndolo arrugar el entrecejo—, en Mexico no te mandan a detención, te entregan un reporte por mala conducta para que firmen tus padres o te expulsan por varios días de la escuela, y no podrás regresar hasta que tus padres hablen con el maestro que lo hizo. Y ya si haces algo grave te expulsan definitivamente del colegio.

—¿Y tú conseguiste alguno de esos?

—Sí, el primer año de primaria. Mi mamá casi vivía en la escuela. Pero no era por mala conducta sino porque decían que hacía sentir mal a otros niños con mi forma de ser.

Asiente con la vista puesta en la carretera.

—¿Y después?

Sacudo la cabeza, haciendo un sonido negativo con mi garganta.

Nunca digas que no te supe amarWhere stories live. Discover now