Mamá, papá, ella es quien me la pone dura

148 19 3
                                    

Tan tierna,
tan impaciente, tan valiente,
tan dramática, delicada o atrevida,
y a veces tan loca...

Mira que mereces que te quieran
en cada una de tus facetas,
porque perfecta quizás no eres,
pero única serás siempre.

Jairo guerrero

Lex

Me he mantenido limpio por casi un año. No ha sido fácil, hay días en los que deseo arrancarme la piel, otros el ansia por consumir es tan grande que me convenzo de que todo esto es inútil y que nunca conseguiré dejarlo por completo, pero en su mayoría estoy bien, y viendo la sonrisa complacida de mi madre pienso que cada día, bueno o malo, vale la pena por verla así de feliz. Mi padre también parece orgulloso, pero no me mira a mí, sino a Catrina. Les envié un mensaje antes de venir aquí diciéndoles que traería a alguien conmigo. Por supuesto él tiene curiosidad.  

—Mamá, papá, les presento a Catrina, la causante de mi priapismo, la misma mujer que se niega a ponerle solución.

Mi padre me mira con desaprobación; ojos severos, cejas fruncidas, la censura está escrita en todo su rostro. Mi madre por otro lado se ve sorprendida y apenada; no debería, a Catrina no le importa, y ellos pueden verlo porque comienza a carcajear. La vista es fastástica; echa la cabeza atrás mostrando su bonito cuello, cierra los ojos y se abraza a sí misma. Ella es hermosa. Es perfecta, perfecta para mí.

—En verdad es un placer conocerlos —dice a media voz, agitada por su risa que aún no acaba de morir—. Mi nombre no es Catrina, soy Camila Falcón.

Mi padre mira la mano que le ofrece, tardando demasiado en aceptarla debido a su confusión.

—Te pediría disculpas por la evidente falta de respeto de mi hijo pero es obvio que no te molesta.

—Para nada. —Y su sonrisa respalda sus palabras—. De hecho, acabo de perder... ¿podríamos llamarlo una apuesta? —Entrecierra los ojos en mi dirección—. Da igual. —Hace un gesto con su mano—. Y más tarde tendré que pagar.

Mi madre contiene el aliento y ensancha los ojos, malinterpretando las palabras de mi bonita.

¿Mi bonita? ¿Qué mierda ha sido eso? ¿De dónde cojones ha sacado ese posesivo?

Un escalofrío me recorre entero y me hace sacudir la cabeza, tratando de meter algo de sentido en mi estúpido cerebro.

—Mejor lo dejamos para mañana, hoy podemos cenar aquí.

—No quiero saber qué tendrás que pagar, pero por supuesto que cenarán aquí —dice mi madre igual de confundida que mi padre, haciendo los ojos un tanto raros—. Vamos, que ya es tarde. —Señala el comedor.

La sonrisa de Catrina es radiante, ajena a la incomodidad de mis padres, o al menos poco interesada. Y eso no cambia durante la cena.

Me gusta que no esté intentado agradarles.

—Y ¿a qué te dedicas? —pregunta mi madre no tan sutilmente.

—Soy traductora.

—¿En serio? ¿Para una revista o editorial en particular?

—Hum... no, trabajo desde casa para poder hacerme cargo de mi hijo. Soy freelance.

Mi padre oculta su sorpresa con una tos. Mi madre por otro lado no se molesta en disimular, la observa detenidamente con la cuchara de camino a su boca que cae abierta.

Nunca digas que no te supe amarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora