No tienes idea

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Ven y dime al oído
que te has vestido hoy
pensando en desvestir te frente a mí

Fernando Valverde

Lex

Sentado en el sofá de mi estudio, sostengo un lapicero entre mis dientes mientras hago sonar mi guitarra. Mi pie derecho acompaña el ritmo, mis ojos cerrados en apreciación. La melodía de Camila ha sufrido cambios y cada vez me gusta más, aunque ahora mismo no estoy convencido de que ella me agrade. Sé que la situación me disgusta.

No manejo bien la falta de atención, antes nunca tuve que compartirla, pero siendo ella madre, me ha dejado brutalmente claro que seré lo último en donde sus ojos y resto de sentidos se enfoquen mientras Axl esté alrededor, y ahora, según parece, también mientras el abogado esté presente.

He tenido una semana de mierda luego de su llamada; me hice estudios médicos, continúe repasando y arreglando la setlist que tocaremos durante la premiación de los MTV, manteniéndome ocupado mientras ella se encontraba fuera de la ciudad. Tuve que ignorar las llamadas de mi representante que no para de insistir en hablar con la mujer que aparece en las fotos que fueron recientemente publicadas, asegurando que no deja de recibir mensajes de periodistas interesados en entrevistarla. Scott también ha sido un dolor en el culo, quejándose por esas fotos, repitiendo que me pidió un perfil bajo luego del divorcio y que si la prensa se entera que Camila es madre las cosas se saldrán de control. Como si algo ahora mismo estuviera dentro de mi control. Aún no tengo servicio doméstico en el ático, luego de lo que pasó con Maya despedí a todos y no he tenido tiempo para pedirle a David que haga las entrevistas y prepare los acuerdos de confidencialidad. No he follado en mucho tiempo, los paparazzis me persiguen y no deja de dolerme la estúpida cabeza. Ella no mintió cuando dijo que no era una mujer fácil; despreció la flor que le regalé, me riñó por ello y hoy, que esperaba poner fin a mi sequía sexual, tuve que soportar que me tomaran fotos mientras me comía una dona sentado en el parque esperando a que regresara David con los legos que le pedí que comprara. ¡Mientras me comía una jodida dona! Por fortuna serví de distracción para que la presencia de mi guardaespaldas en la juguetería pasara desapercibida. Fue difícil deshacerme de ellos, y para cuando llegué al departamento de Camila tenía algunas ideas en mente, ninguna de ellas incluía verla marchitarse por la corta visita de Marsden. Hace que me pregunte si ella vale la pena tantos problemas.

Me detengo y escribo las notas en mi libreta de canciones que descansa sobre la mesa de centro frente a mí. Dejo el lapicero sobre el papel junto al programa y diseño de escenario de los MTVMA y vuelvo los dedos a mi guitarra, tarareando la que sin duda será algún día una increíble canción, escuchándome con oído crítico. Soy mi mejor juez, si comparto una canción con mis amigos, pidiéndoles que se la aprendan es porque la maldita canción es buena y está lista para grabarse y ser un éxito. Yo no compongo basura, soy bueno en lo que hago y no encontrarás a alguien que diga lo contrario.

Trato de concentrarme, pero mi cabeza no se calla.

«¿Por qué lloraba?».

No he dejado de hacerme esa pregunta. Antes me dijo que lo amaba, pero hay diferentes formas de amar; ciegamente, apasionadamente, involuntariamente y silenciosamente. Ninguna de ellas funciona para mí, a menos que sea la tercera opción, de esa forma al menos sé que, además de amor, existe cierta dosis de odio. Aunque preferiría indiferencia.

Detengo mis dedos, arrastrando al estudio al silencio, dándome por vencido; si sigo así sólo arruinaré la canción. Pero, ahora que he parado, las voces en mi cabeza han tomado intensidad. «¿Qué hago aquí en esta ciudad ruidosa?». Mi nariz se frunce en un gesto involuntario, añorando el conocido escozor anterior al tan ansiado entumecimiento. «No puedo caer, no otra vez». Necesito distraerme. Ella hace que mi cabeza se detenga, ella es en sí misma un poderoso atenuante a mis inquietudes, pero, ¿por qué tiene que lucir tan rota cuando lo ve? La ira tendría más sentido, y hace que me pregunte si, más que su rencor, tiene también aún su corazón.

Nunca digas que no te supe amarWhere stories live. Discover now