XVI

548 67 9
                                    

El silencio entre los dos príncipes se prolongó hasta que Adrien Gladious comenzó a impacientarse. Nunca ofrecía su música a nadie, pero se había convencido de que Zlatan lo había disfrutado la primera vez. Le había dicho que estuvo bien, qué no era el mejor de los cumplidos, pero sí era de los mejores que había tenido hasta ahora.

Aunque nunca podía estar seguro con Zlatan. Todo lo que le había mostrado hasta el momento había sido inesperado.

¿Alguien le creería si dijera que el príncipe de Milhía era la única razón por la cual las colonias no habían perecido? lo dudaba.

«Por el Guardián, espero que no esté mintiendo» y si lo hacía, era demasiado tarde pues Adrien le creía. Quizás eso lo convertía en un ingenuo, pero la verdad era que quería creer que Zlatan Wardton no era un demonio y que no se había aliado con un asesino de sangre fría.

Pero incluso cuando todo eso daba vueltas por su mente, demasiado tiempo transcurrió y su oferta comenzó a avergonzarlo.

—Si no estás de humor... —masculló con un ademán para guardar su flauta de nuevo en su manga.

—No —el milhiano interrumpió, con sus ojos fijos en el instrumento —. Quiero oír.

La simple admición pareció difícil de pronunciar, como si estuviese confesando un penoso secreto. Si no lo conociera mejor podría haber pensado que el heredero al trono de Milhía era tímido al expresar sus deseos, y el solo pensamiento le hizo sonreír, mientras se llevaba el instrumento a los labios.

Entonces tocó su canción, la que no tenía nombre y ningún otro conocía, que compuso en la quietud de la noche cuando nadie le recordaba lo inútil que era o la gran decepción que suponía su existencia; la melodía con la que intentaba expresar soledad de sus días y sus infinitos deseos por encontrar algo diferente, que lo hiciera sentirse vivo.

La música se elevó con un potente eco a través de las paredes de piedra que rodeaban el jardín, con la luz apenas suficiente para iluminar al musgo trepando por los laterales de forma tal que el príncipe se sintió cerca de Felarion. Durante todo ese tiempo el milhiano permaneció inmóvil, como si el más mínimo movimiento fuese a interrumpir la pieza. Adrien observó cómo poco a poco entrecerraba los ojos y relajaba sus facciones, como si no pudiera pensar en nada más que en la melodía.

No había nada en común entre los dos y aún así, el príncipe de la piedra pareció tan melancólico disfrutando de su canción que Adrien inevitablemente se vio reflejado en él; y por un breve instante ambos fueron iguales en su propia soledad.

Continuó tocando incluso cuando la mirada de Zlatan Wardton volvió a él, tan intensa y pesada que parecía querer escarbar en lo más profundo de su cabeza para devanar todos sus secretos, y por un breve instante pensó que lo lograría.

La idea llegó tan rápido a su cabeza que interumpió su concentracion y lo obligó a detenerse.

—Te detuviste —Zlatan señaló lo evidente.

—Lo hice.

Lo ibservó un momento. De pie frente a él parecía un monumento, rodeado de todas las flores que emanaban el mismo aroma que él y se preguntó si acaso visitaba los jardines con frecuencia. También se preguntaba si estaba tan aterrado como él por la siatuación en la que estaban, y si realmente era el hombre que escogía la vida de las colonias por dobre sus normas. Si era el demonio o solamente victima de sus circunstancias. Adrien tenia un millón de preguntas.

Pronto de dio cuenta de que quería saberlo todo sobre él. Sentía curiosidad de una forma extraña y nueva, pero que poco a poco se volvía adictiva. Zlatan lo escuchaba y lo tomaba en serio, algo que nunca había experimentado antes. Ni siquiera con Ed, porque cuando estaba a su alrededor en lo único que podía pensar era en impresionarlo, cautivarlo y despertar en el tutor un deseo tan fuerte que se reflejara en su inexpresivo rostro.

Un príncipe para el príncipe #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora