Capítulo dos.

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MARFIL MARTÍNEZ



—¿Pero tú lo ves normal? Ósea es que es un cabronazo, con un puto 4,99 me ha suspendido el trabajo. Es que como me encuentre su coche en el aparcamiento de la universidad le rajo las ruedas.—digo cabreada mientras hablo por teléfono y voy hacia mi coche que está en el aparcamiento de la uni. —Pablo ¿me estás escuchando?

—Sisi, estaba pensando que decirte para que te animaras pero no hay nada, es un malandro malagradecido—me dice el sevillano por la otra línea haciendo que me ría.

Llevamos desde el martes hablando seguido, si no es por mensaje es por llamada, ya que él anda muy liado preparando las cosas para irse el domingo para Madrid y yo ando hasta arriba con la universidad por lo que no hemos vuelto a vernos. Hoy porfin es viernes y estoy un poco libre.

—Espérate un segundo, que me voy a subir el coche y te pongo en manos libres—digo tirando el móvil al asiento del copiloto y subiéndome el coche. Pongo el manos libres y arranco.

—¿Tienes algo que hacer en casa o vas a estar vagueando como todas las tardes?

—Tengo que empezar de nuevo el trabajo si quiero aprobar y sentirme bien conmigo misma.

—¿Y no puedes venir hasta mi casa y hacerlo aquí? Tienes un futbolista maniquí que te sirve para hacer cualquier experimento, porfa Elefante, este pobre desgraciado quiere verte el jepeto.

—¿Estas tan desesperado por verme Gavira?—lo vacilo con una sonrisa en la cara mientras me pongo el Maps sabiendo perfectamente que voy a ir.

—Si, me estoy arrastrando, porfa Mar—suplica haciendo que me muera de amor.

Que cuqui es, es que me lo como con patatas...

—Vaaale, mándame la ubicación.

—¡Bieeen! Ahora te la mando, venga que te voy a hacer algo rico de comer.

—Por favor y gracias, me comería hasta un búfalo ahora mismo Pablo.

—Venga, nos vemos ahora guapa—dice antes de mandarme un beso por la linea y colgar el teléfono.

No puedo evitar sonreír mientras espero a que me mande la ubicación por whas, una vez veo veo su mensaje la pongo en el Maps y me encamino hacia allí con mi playlist a todo volumen.

Hoy estoy de buen humor, la verdad es que desde que hablo con el sevillano ha mejorado mi estado de ánimo, debe de ser porque hay alguien que me anima a levantarme de cama, y poco a poco me voy acordando menos de Matheo.

Me lleva diez minutos aproximadamente llegar a la casa del sevillano, esta ubicada en buena zona entre varios chales modernos y casas bastante grandes. Cuando el movil me indica que "ha llegado a su destino" aparco el coche en el aparcamiento privado y me bajo para llamar al timbre cargando con mi bolso de la universidad.

Al momento me abre la puerta un Pablo muy sonriente que va vestido con un pantalón de chándal gris y una camiseta de manga corta.

—Que guapa estas, coño—dice dandome un beso sonoro en la mejilla haciéndome sonreír.
—He hecho una pizza, porque como me ponga yo a cocinar íbamos a tener que llamar a los bomberos.

Suelto una carcajada antes de acercarme a darle un suave beso en la mejilla. —No te preocupes pichu, ya bastante haces con invitarme a comer.

—No seas boba y pasa anda, que mis padres y mi hermana no están.

Gracias a Dios, me podía morir de la vergüenza si no...

Dejo mi bolso encima de una de las sillas de la cocina mientras me dedico a observar la luminosa casa. Todo está decorado con colores claros y entra mucha luz por los grandes ventanales.

—¿Ya tienes las maletas hechas?—pregunto mientras me siento en una de las sillas altas que hay al lado de la isla de la cocina.

—Sí, todo listo—me dice suspirando. —Estoy nervioso de cojones no te voy a mentir...

—Confía un poco más en ti Pablete, lo vais a bordar enserio que si—digo acariciandole la espalda.

—¿Vosotras cuando os venís?—pregunta mientras pone la pizza en la mesa.

—Tenemos el vuelo para Doha el martes 23, pero estaremos en Madrid hasta el 15 con vosotros.

—Por lo menos venís, hay que mirarlo por el lado positivo. Aunque me va a hacer falta alguien que me apoye en el partido contra Jordania...—dice dejándolo caer.

—No te preocupes, que voy a estar al otro lado de la pantalla viéndote.—digo guiñándole un ojo haciendo que se sonroje. —Te has puesto rojito, que mono me eres Pablete—digo pellizcándole los mofletes.

—Ayy...¡Déjame pesada!—se queja haciendo que me ría. —A ver, cuéntame sobre ese maravilloso trabajo tuyo.

Cojo el ordenador y nos movemos al sofá para empezar a explicarle todo más o menos por encima, porque sé que aunque me quiera escuchar va a llegar un punto que se va a aburrir de escuchar hablar sobre términos interminables de fisioterapia.

—Te estoy aburriendo ¿verdad?—hago una mueca mientras levanto la cabeza del ordenador.

—La verdad es que no—dice acomodándose en el sofá. —Me gusta oírte hablar de lo que te apasiona, así que por mi no te preocupes Elefanfe.

Pasamos toda la tarde con las coñas mientras yo hago mi trabajo y con el apoyo de Pablo termino muchísimo antes de lo que pensé, a pesar de tener varios ataques físicos de cosquillas entre nosotros.

—Gracias por escucharme y soportarme toda la tarde Gavira—digo cerrando el ordenador. —A veces siento que soy muy pesada y me paso hablando así que si notas eso dímelo sin miedo, que enserio que no pasa nada.

—¿Quien te hizo pensar que escucharte hablar es una carga cuando es la cosa más maravillosa del mundo?—pregunta haciéndome sacar una sonrisa tímida.

—Mi ex no era muy compasivo en ese sentido, pero da igual  Pablo, no quiero hablar del tema...

—Y respeto que no quieras, pero quiero que te quede claro que nadie tiene derecho a decirte a ti como tienes que expresarte o cortarte para hablar, tú eres la que tienes las riendas de eso nena, y no puedes dejar que cualquier gilipollas cambie tu manera de ser. Porque quien te quiere, te quiere tal y como eres, con tus virtudes y defectos. Así que prométeme que no vas a volver a decir esa tontería delante de mi, eres libre de hablar todo lo que quieras y ser tú conmigo delante, enserio Marfil.

—Te lo prometo Pablo—digo casi al borde de las lágrimas porque me ha tocado la vena sensible lo que me ha dicho.

Y por primera vez en mucho tiempo mi corazón empieza a sentir de manera sana, y empiezo a creerme todo lo que me ha dicho.

Y eso no sé si me asusta o no...


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editado.

EVITERNO ; pablo gavi.Where stories live. Discover now