Capítulo VII: Una malteada, un poco grumosa

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—Por favor, díganme que ustedes también pueden ver a esa lechuza —sus hermanas vieron sobre sus hombros al mismo tiempo.

—¿Por qué no la veríamos? Es muy linda, por cierto —respondió Andrea volviendo a concentrarse en su malteada. Emily exhaló, aliviada de confirmar que no estaba demente. Había pasado una semana desde su cercano encuentro con la muerte y con el chico misterioso, el cual se había esfumado como por arte de magia.

Lo único que le quedaba como prueba de que en verdad existía y que todo lo que ocurrió si había pasado en realidad, era esa ave. Orión como él la había llamado, la veía por las mañanas en el campus, volando inocentemente entre los árboles y luego por las noches, la encontraba frente su ventana, ululando con esos enormes y curiosos ojos.

Val también la había visto, en más de una ocasión. Poco a poco se convencía de que su amiga no parecía tan loca como ella pensaba, pero no era algo que dijera en voz alta. Emily vio al ave con el ceño fruncido, «muy hombrecito de él, enviar a su pajarraco para vigilarme en vez de presentarse en persona» pensó dándole un largo sorbo a su malteada.

—¿Em estás bien? —preguntó Isabel con curiosidad—. ¿Qué tiene esa lechuza?

—Es una acosadora. Solo eso —sus hermanas intercambiaron miradas.

—¿Una lechuza acosadora? Interesante —Isabel alejó su malteada con una mueca asqueada—. No sé porque me deje convencer de venir para acá, esto sabe a drenaje.

—Wow, Wow detente allí, estas son las mejores malteadas del mundo, no es mi problema que tu bebé haya cambiado tu paladar —su hermana mayor puso los ojos en blanco, recostándose en el asiento y acariciando su abultado vientre.

—Em tiene razón, son muy buenas. Las embarazadas están locas —Andrea terminaba su malteada de un sorbo, emitiendo desagradables sonidos con el popote. Isabel parecía retener el vómito—. Volviendo a lo de la lechuza acosadora ¿todo bien en la universidad? Pareces un poco, tensa.

—La semana que viene son los exámenes finales, estoy bastante estresada últimamente creo...

—Quizás si estuvieras estudiando, en vez de estar aquí consumiendo estás malteadas de drenaje, no estarías tan estresada —Emily bebió de su malteada exagerando los gestos, su hermana se puso verde del asco y no pudo evitar salir corriendo al tocador, lo más rápido que le permitió su avanzado embarazo.

—Que mala eres jeje ya sufre demasiado con las molestias del tercer trimestre como para que la sigas torturando —ocultó una sonrisa pícara tras la malteada—. Ahora bien ¿Por qué estás aquí si tienes exámenes la semana que viene?

—Pues... necesitaba despejarme, respirar aire fresco —«y dejar de pensar en Eros...» pensó.

—¿Y pensaste que el mejor lugar para despejarte era en casa de nuestros padres? —Andrea se carcajeó con sarcasmo.

—Hasta yo sé que es una mala idea —añadió Isabel cuando volvió, aún estaba un poco verde y su respiración era entrecortada—. ¿Sabes lo difícil que es correr con treinta y cinco semanas de embarazo y cero condiciones físicas? Me vengaré algún día, ya verás.

—Dudo que tengas ese gusto, terminé con Mike y no tengo intenciones de seguir buscando el amor.

—¿Quién dijo que necesitas amor para salir embarazada? —Isabel puso los ojos en blanco—. Si fuera por eso nosotras no hubiéramos nacido —Andrea sonrió.

—Isa, sabes muy bien que mamá si ama a nuestro padre, bueno ama su dinero, así que si hay amor de por medio —Isabel puso los ojos en blanco—, ya enserio, si querías relajarte debiste pasar por mi casa —Emily recordó el pequeño remolque, donde vivía su hermana con el "hombre de sus sueños", un camionero de mala actitud, que para lo único que era bueno era la bebida.

El castigo de Afrodita [En pausa]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ