Capítulo XXV: Una verdad, cargada de manipulación

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Emily respiraba con dificultad, sentada en medio del vestidor y rodeada de la ropa de Eros

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Emily respiraba con dificultad, sentada en medio del vestidor y rodeada de la ropa de Eros. Uno de los erotes le arrojó una bolsa de papel, aun le temía lo suficiente como para acercarse o hablarle, sin embargo, entendía que hiperventilaba y que, de no ayudarla, su amo encontraría posiblemente el cuerpo de la mujer que amaba frío entre su ropa.

Tomó la bolsa casi con desesperación y hundió su cabeza en ella, inhalando y exhalando cada vez más lento. «Me ama, dijo que me ama, por los dioses, me ama» se repetía en su mente, aun sin creer lo que sus oídos habían escuchado. Orión la sobrevoló, posándose en una puerta entreabierta del vestidor.

—¿Escuchaste lo que dijo? —le preguntó cuando recuperó el aliento, el ave la observó con curiosidad—, dijo que me ama.

Sus pupilas se dilataron mientas hinchaba su pecho y aleteaba, parecía tan impactado como ella hasta que la duda, hizo presencia en su mirada.

—Hay Orión... yo no puedo amar —lloriqueó arrojando la bolsa lejos de ella, el ave ululó y voló, aterrizando a su lado—, bueno, creo que no puedo, nunca he sentido algo como lo que siento por él, pero... estoy maldita ¿o no? Si mi maldición me hace inmune... ¿Cómo podría amarlo? —acarició la cabeza del ave, dejándose llevar por el peso que sentía en su pecho—. Además, ¿Cómo funciona el amor en él? ¿Acaso se pinchó con una flecha él mismo? Todo es tan confuso. —Orión ululó, viéndola con seriedad.

—Quisiera entenderte, de verdad necesito a un amigo ahora...

Un carraspeo seco, interrumpió sus lamentos. Emily se encontró con la mirada cautivadora de un hombre alto, cabello lacio, perfectamente tejido en una trenza vikinga y un traje de diseñador, posiblemente italiano. Algo en su rostro, le recordaba a Eros y a su hermano, tenían un aire particular que despertaba interés. El hombre estaba recostado contra la puerta y la observaba con las manos metidas dentro de los bolsillos de su pantalón.

—Disculpe, señorita. No quise interrumpirla —exclamó con una sonrisa tan cautivadora como su mirada—. Estoy buscando a mi hermano, ¿sabrá si está en casa?

—¿Hermano? —preguntó parpadeando varias veces, había algo en la presencia de ese hombre, que le generaba cierta confusión.

—Si, Eros... ¿Lo habrá visto? —Emily se incorporó vacilante, Orión por su parte, se dirigió hacia el extraño con intención de picotearlo—, maldito pajarraco.

—¡Orión tranquilo! ¡lo siento! No sé qué le sucede, suele ser muy amable con todos —el extraño sonrió—. Eros tuvo que salir por una emergencia, pero volverá pronto...

—Perfecto, lo esperaremos entonces... ¿tú eres?

—Emily, soy... —pensó antes de hablar, la verdad, no sabía qué demonios era de Eros—. Una amiga.

—¿Amiga? Eres muy hermosa para solo ser una amiga de mi hermano —dijo con una carcajada—, yo soy Anteros y él.... —a sus espaldas apareció otro hombre tan alto como él, un poco más delgado, y con maquillaje de sobra como para hacerse pasar por un Drag Queen, sin embargo, sus rasgos indicaban ser o bien una réplica exacta de Anteros o bastante similar a él—. Es mi gemelo, Himeros.

El castigo de Afrodita [En pausa]Where stories live. Discover now