Capítulo XIV: Solo contigo, me siento segura.

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Un golpe seco la hizo saltar y dejar escapar un grito.

—Por los dioses Emi, ¿estás bien? —su hermana la abrazó con fuerza—, lo siento, no quise asustarte. Solo no quería entrar a la alcoba sin tocar.

Emily contuvo los temblores, intentando calmar su respiración y su agitado corazón. Ya habían pasado tres días desde la noche del horror que vivió en casa de sus padres, mientras los policías e investigadores hacían su trabajo, ella dormía en casa de Andrea.

No era capaz de volver a la universidad, no mientras se sintiera tan vulnerable. Esperaría a que lo que quedaba de sus padres fuera enterrado, y quizás sanar un poco antes de marcharse.

—No, no, tranquila... estoy bien —susurró, finalmente siendo capaz de devolverle el abrazo.

—Valery llegó, está esperándonos en el coche —Emily asintió tragando en seco cuando Andrea terminó el abrazo—. ¿Estás segura de que estás bien? Si no quieres ir...

—Si quiero, si iré —dijo recuperando la compostura y alisando su vestido negro—. No me perderé el funeral de nuestros padres.

—Pasaste por algo horrible, todos entenderán si no vas... —una pequeña parte de ella lo pensó por un momento, no quería salir de esas cuatro paredes, pero al mismo tiempo, lo menos que deseaba era quedarse sola.

—Iré —Andrea asintió y acarició su rostro con una sonrisa cansada, al igual que ella y su hermana mayor, contaba con enormes manchas oscuras bajo los ojos hinchados.

—Te esperamos en el coche, salimos en cinco minutos —Emily asintió incapaz de devolverle la sonrisa. Cuando su hermana salió de la habitación, volvió a concentrarse en su maleta, intentaba organizar la ropa que Valery le había traído para el resto de la semana, no era algo muy urgente en realidad, pero debía mantenerse ocupada, mientras más ocupada estuviera, menos pensaría en esa noche.

Observó a la ventana por un momento, encontrándose con los enormes ojos de Orión.

—Sigues aquí... —murmuró, sintiendo un poco de calma en su interior—. Gracias —el ave ululó hinchándose orgulloso.

Emily inhaló profundamente, armándose de valor para enfrentar a su amiga y a casi medio pueblo que se encontraría en el funeral. Al salir de la casa, vio a Orión sobrevolar por el horizonte, «tengo mi propia lechuza guardián» pensó con un atisbo de sonrisa en su rostro, a pesar de ser una simple lechuza, su presencia la reconfortaba un poco.

Tener a Orión cerca, era casi como tener a Eros cerca. Le recordaba que no estaba demente, que Eros existía, la había salvado no solo una, sino dos veces. La lechuza se había convertido en una promesa, él estaba allí, o estaría allí cuando lo necesitara, cuidándola, de alguna u otra manera. Al menos, pensar eso era lo que la había mantenido cuerda estos últimos días.

—Emi... —Valery se acercó a ella con paso lento y lágrimas en sus mejillas, para darle un fuerte abrazo. Algo en el interior de ella se quebró un poco, pero fue capaz de contenerlo, no quería llorar más, no podía—. Lo siento tanto, quise verte anoche cuando llegué, pero Andrea me dijo que dormías y no quise molestar —la verdad era que fingía dormir, no estaba lista para la presencia de su amiga, como si verla lograra que la situación fuera más real, más dolorosa.

—Está bien, Andy me dio la maleta. Gracias.

—Hablé con todos los profesores, van a darte una prórroga para presentar los exámenes cuando te sientas mejor, no tienes que volver esta semana. Tómate el tiempo que necesites —Emily asintió dirigiéndose al coche, Andrea ya las esperaba dentro—. Emi lo que necesites, de verdad, estoy aquí. No pienso volver hasta que me digas que estás bien

El castigo de Afrodita [En pausa]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora