Capítulo XVI: La belleza de una ciudad dormida

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—Linda... despierta, ya llegamos —Emily sintió un cálido toque en su mejilla, un pequeño roce que mandaba corrientes eléctricas por todo su cuerpo. Abrió sus ojos con pereza, era más de media noche y las luces nocturnas citadinas la encandilaban—. ¿Ves? Llegamos en una pieza.

Emily sonrió bostezando, se había quedado dormida luego de pasar el tercer control policiaco y confirmar que Eros no necesitaba ni documentos, ni dinero para transitar. Solo le bastaba con sus ojos hipnotizantes y una sonrisa, para dominar a los oficiales.

—¿Por qué no me despertaste antes? Debes estar exhausto —Eros sonrió.

—En absoluto, no suelo cansarme tan rápido —por algún motivo, el comentario hizo acelerar su corazón, sobre todo por la manera en que Eros la estaba viendo—, ¿te sientes mejor?

—Si, no había dormido tan bien desde... tú sabes —desde que despertó, había olvidado por un momento su pesadilla, se sintió un poco culpable por haberse sentido un poco más ella en ese momento. En su interior algo le decía que no debía ser feliz, no todavía, era muy pronto, por más que quisiera dejar atrás esa noche, no debía.

—Vamos, ya llegamos a mi apartamento.

—¿Tienes apartamento?

—¿Por qué te sorprende?

—No lo sé, creo que esperaba que llegáramos a un hotel o algo...

—Pues si tengo algunas propiedades, este piso es algo humilde, espero que no te moleste —dijo nervioso, antes de salir del coche. La puerta del copiloto se abrió casi instantáneamente, algo que la asustó un poco ya que Eros seguía junto a su puerta.

—Buenas noches señorita, ¿la ayudo con algo? —preguntó un valet parking cubierto de espinillas y ojos soñolientos, mientras le ofrecía la mano para ayudarle a bajar. Emily negó con la cabeza un poco desconfiada del joven, sin embargo, aceptó su mano enguantada.

Al bajar del coche se encontró a una ciudad durmiente con enormes edificios, llenos de lujo. Buscó con la mirada a Eros, quien se encontraba dándole las llaves al soñoliento valet. Frente a ellos, uno de los edificios más brillantes se erguía ante sus ojos.

—¿Vives aquí? —preguntó con la boca entre abierta a medida que se acercaba a él.

—Si, te dije que es un poco humilde —contestó metiendo sus manos en los bolsillos de la chaqueta de cuero.

—¿Esto para ti es humilde? —el lujo y las luces los rodeaban al entrar al recibidor del edificio, pisos de mármol, muebles de cuero, plantas exóticas y cuadros de pintores reconocidos decoraban el lugar.

—Eh... ¿sí? —Emily se encogió de hombros, pensando en que si esto era humildad para él, donde entraría el pequeño Coutts en sus estándares. Eros era dueño del último piso, el penthouse con terraza que contaba con ascensor privado.

—No vengo mucho para esta zona, sin embargo, ya me encargué de que esté habitable —dijo cuando se encontraban en el elevador.

—Me dijiste que eras de Seattle, que estudiabas aquí —susurró viéndolo con una ceja alzada, su manzana de Adam temblaba como usualmente hacía cuando estaba nervioso.

—Lo siento, necesitaba una historia creíble en ese momento... la verdad es que, soy más europeo que americano —dijo encogiéndose de hombros.

—Eso explica tu curioso acento —Eros sonrió, sintiéndose aliviado de esquivar una bala—, ¿no me vas a asesinar y picar en pedacitos? ¿verdad?

—Tengo otros planes —susurró con un brillo peculiar en sus ojos acercándose a ella seductoramente, de repente, el ambiente se tornó bochornoso, Emily sintió sus mejillas hirviendo, el aire dentro del elevador no parecía ser suficiente y su corazón se desbocaba en su pecho—, ¿estás bien?

El castigo de Afrodita [En pausa]Where stories live. Discover now