Capítulo XXIV: El dios que encontró el amor

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—Agárrala con fuerza, no tengas miedo —susurró contra su mejilla, el silencio a su alrededor solo era perturbado por los irregulares latidos del corazón de Emily

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—Agárrala con fuerza, no tengas miedo —susurró contra su mejilla, el silencio a su alrededor solo era perturbado por los irregulares latidos del corazón de Emily. Apretó su pecho un poco más cerca de su espalda y sus manos, rozaron con picardía las suyas.

—¿Así? —le preguntó con un pequeño temblor en su voz.

—Controla tú respiración, con calma —la flecha en su mano, dejó de temblar cuando tomó una gran boconada de aire. Le alzó un poco el codo del arco, acariciándolo seductoramente, besó el lóbulo de su oreja mientras asentía con un gemido. Emily dejó ir la flecha con un jadeo entrecortado, obviamente no dio en el blanco.

—Eres un pésimo instructor —se quejó girándose para encontrarse con su pecho, él solo la veía sonriente, algo sonrojado por el calor que despertaba en su corazón.

—Tal vez tú no seas tan buena aprendiz —la tomó por la cintura, acortando la distancia entre ambos.

—¿Cómo quieres que aprenda si me pones nerviosa? —Eros ahogó una carcajada en sus labios al darle un apasionado beso.

—¿Yo te pongo nerviosa? Y ¿qué hay de lo que me haces tú a mí? —apretó su entrepierna contra su vientre bajo—. ¿Crees que es fácil verte con ese vestido sosteniendo el arco de esa manera? ¿Sabes lo difícil que es para mí evitar arrancártelo y tomarte aquí mismo?

Emily lo besó con más intensidad que antes, disfrutando de la sensación de su dura masculinidad contra su vientre y sofocando gemidos de placer en sus labios

—¿Qué te detiene? —jadeó cuando se separaron para tomar aire, Eros la vio con una chispa de picardía en su mirada, imaginando todo lo que le haría en ese jardín y como usaría ese arco para su beneficio. Al ver su expresión, Emily se sonrojó, entreabriendo los labios, algo que solo hizo que su deseo por ella se encendiera un poco más.

—Ejem... —una voz masculina, bastante familiar para ambos, logró que Eros detuviera sus intentos por quitarle el vestido en medio del jardín—. Lo siento, no fue mi intención interrumpirlos —Himeneo observaba la situación recostado de un pilar, con los brazos cruzados y las mejillas algo ruborizadas.

—¿Qué te he dicho de avisar antes de venir? —masculló Eros encarando a su hermano, claramente frustrado por cortar toda esperanza de llevar a Emily a la cama, o a la grama, como era el caso.

—Lo sé, lo sé, ya me disculpé querido hermano —Himeneo observó el arco y el carcaj en el suelo—. ¿Le enseñabas arquería?

—Eso intentaba —murmuró Emily con picardía, antes de recoger las cosas.

—Linda deja eso allí, algún erote se encargará —Emily puso los ojos en blanco.

—Tengo dos buenas manos y un par de piernas, creo que puedo con un arco y algunas flechas —se puso en puntitas para darle un beso rápido—, te espero adentro para más... lecciones —susurró mordiéndose el labio inferior con picardía, Eros tragó en seco—. Himeneo, siempre es un gusto —dijo cuando le pasó por un lado, el dios resopló llevándose la mano a la cabeza.

El castigo de Afrodita [En pausa]Where stories live. Discover now