ch. 016

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CHAPTER SIXTEEN

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CHAPTER SIXTEEN









La responsabilidad de ser la Mano del Rey acabó volviéndose una actividad para nada complicada. Eireene se desenvolvía con elegancia e inteligencia entre todos los hombres, con la protectora y afilada cuchilla de su Señor esposo, quién dejó en claro cuál era su posición al lado de ella en más de una ocasión, obligando a los demás a apartar sus ojos de la Joya del Reino.

Al ella estar al mando, muchas cosas habían cesado.

No habían cotilleos, no se planeaba nada en conspiración a otros, los burdeles estaban mucho más tranquilos y las calles de la Fortaleza respiraban en paz al tener una persona escuchando sus súplicas con toda la intención de hacer posible sus pedidos.

Hasta el día presente, Eireene estaba haciendo un excelente trabajo, completamente halagado por su padre.

Pero para él, cada día que pasaba era un día menos y su aspecto estaba marchito. El fuego de su padre, levemente se apagaba, haciéndola sentir con el corazón en la mano.

Sentada junto a él y hablándole sobre los recortes que hizo para preservar el dinero de la corona, el hombre no podía estar más seguro de la decisión que había tomado. Siempre demostró que era mucho más que una cara bonita de la casa del dragón, su fiereza era algo que no muchos veían, tenía una mirada de determinación y seguridad que lograba transmitirla hacia él, obligando a su padre a sentirse del mismo modo.

─Lord Lannister vive en desacuerdo de mis decisiones ─musitó ella─. Pero teme a Aemond y de lo que pueda ser capaz de hacer, así que, se ha mantenido al margen y me ha dado vía libre de hacer lo que creo correcto. Parece que he estado haciendo un buen trabajo, al reino no le ha costado ningún centavo, ni ningún otro dolor que padezca el cambio de manos. Las personas parecen complicidad, y mis decisiones no han sido erróneas.

Viserys sonrió levemente, postrado en cama con una venda cruzando la mitad de su rostro, y con el aire apenas ingresando a sus pulmones, hacía un esfuerzo por enseñar cuánto orgullo y felicidad le hacía oírla.

Eireene le llevaba un poco de felicidad día a día, estando a su lado, hablándole de lo que fuera, con su estómago pronunciado y la certeza de que el bebé nacería en cualquier momento, Viserys sentía que su único motivo de continuar ahí, era verla a ella a diario.

─Me alegra, hija mía ─musitó el hombre─, le da tranquilidad a mi pobre corazón que haya una persona en mi corte realizando un trabajo acorde a su posición.

Todos velaban por sus intereses, todos querían más, todos deseaban trepar una escalera que no les correspondía sin importar a quién pisaban en su desesperado intento por dejar su nombre en la historia.

Era triste para Viserys y Eireene, lo que el deseo por el poder hace a los demás. El peso de llevar a muchas personas sobre tus hombros era terriblemente agotador, y ella no podía dejar de sentirse pésimo por todas esas pobres almas que se veían arrollados por ellos.

dark paradise.    aemond targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora