Capítulo 13.

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Vorágine.

Aitara.

Al llegar a casa debo subir las escaleras tan rápido como puedo para pasar desapercibida ante la presencia de mi familia en el jardín.

El dolor en mi brazo derecho va en aumento y me retiro la chaqueta para ver si tengo marcas por la forma en que me tomo Eros. Me acerco al gran espejo y veo las marcas rojas de sus dedos que empiezan a verse moradas.

El corazón se me sube a la garganta cuando veo a papá tras detrás de mi viéndome con incredulidad. Giro tan rápido como puedo colocándome la chaqueta para cubrir las marcas.

—Júrame por Dios que estoy delirando y lo que acabo de ver no son moretones. —Dice tratando de no alzar la voz.

—N-no... Yo... Me caí. —Balbuceo.

—¿Quién fue? —Dice, claramente sin creerme. Se acerca intentando ver y doy dos pasos atrás—. Aitara, no lo preguntare otra vez.

—Papá, por favor, no actúes con la cabeza caliente.

—¿Quién fue? —Vuelve a preguntar. Esta vez más impotente que la anterior—. ¿Viste a Ethan? ¿Fue él?

—Fue Eros. —Suelto sin titubeos—. Me beso a la fuerza, le pegue una cachetada y discutimos. Cuando intente irme me tomo fuerte del brazo para besarme otra vez y lo cacheteé de nuevo causando que en ese momento me dejara los moretones.

Creo que tal vez es la rabia la que habla a través de mis palabras. Odio con todas mis fuerzas que me crean indefensa y sé que me beso porque se creyó mas fuerte o que me dejaría besar solo porque me sostenía a la fuerza.

Una parte de mí en serio desea que papá le dé su merecido. Pero la parte de mi corazón que aún lo quiere como el mejor amigo que fue todos estos años no quiere que sea lastimado.

No nos engañemos, cariño, aquí las dos sabemos que tú molesta eres una bomba de tiempo.

—¿Te hizo algo más? —Pregunta más calmado de lo que debería.

—Quería seguir discutiendo, pero el coche le dio una descarga eléctrica cuando lo golpeó.

—Bien.

Es lo último que dice abandonando mi habitación. Durante el resto del día me niego a salir de la habitación. Mi celular no para de sonar con llamadas de Matteo, una tras otra sin descanso.

Podría jurar que tiene al pobre Biagio marcándome mientras él trabaja en otras cosas esperando que conteste.

Abro la puerta del closet y decido entrar, busco unos viejos sets de pintura y algunos lienzos viejos. Los saco al balcón y organizo pincel por pincel, acuarela por acuarela y cada pintura desde el tono más fuerte al más claro.

Tomo el pincel, lista para descargar el estrés a través de la pintura y deslizo la primera pincelada tratando con todas mis fuerzas volver a pintar, pero no, solo me estreso más.

Horas van y vienen donde intento varias pinturas en varios lienzos, pero todos son una mierda, ninguno es suficiente, ninguno es bueno.

Siento la frustración entrar en mi mente, los ojos me arden y la garganta me pica mientras respiro pesadamente intentado respirar.

No soy buena para nada.

Nunca destacare en nada.

Tal vez aquella mujer del concurso de arte tenía razón.

Observo los tres lienzos que pinte y que solo me hacen sentir decepción y vergüenza. Las tontas lagrimas empiezan a surgir molestándome más.

Empuño el pincel con fuerza y cuando recobro conciencia ya está atravesando el ultimo lienzo que pintaba. Lo deslizo hasta el final rompiéndolo y mis manos se manchan de pintura mientras el lienzo se deshace en mis manos.

Mío.Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin