Capítulo 20.

5.1K 366 143
                                    


Caos.

Aitara.

—Aitara Maxwell, ¿estás diciendo groserías?

—Sí, es lo mínimo que se merece.

Sonríe, aunque esta no llega a sus ojos. Se acerca y roza mis labios para darme un beso, pero apenas siento sus labios sobre los míos la puerta se abre de golpe y nos ponemos de pie en segundos.

Ileana y Biagio entran custodiados por al menos una decena de antonegras. Matteo se alerta y no lo piensa dos veces para sacar su arma.

—¿Qué diablos pasa ahora?

—Es Hiroshi. Domenico despertó y se lo está llevando. Los yakuza se rebelaron contra nuestro clan, se lo está llevando justo ahora.

Mi novio respira profundo, sé que la abstinencia está jugando en su contra en estos momentos. Se gira y me entrega su arma.

—Ve por Alenka. —Susurra solo para mí. Toma mi rostro entre sus manos y planta un beso en mi frente. No me gusta el sentimiento que me atraviesa el pecho.

Asiento confirmando su pedido. Se gira rápido y toma una metralleta que le pasa Biagio. Él le da una mirada y mientras que sale acompañado de Ileana y sus antonegras Biagio se queda conmigo.

—Estoy a sus órdenes.

—Sígueme.

Salgo del salón con cautela y el corazón a mil por horas. Siento un escalofrió recorrerme el cuerpo cuando escucho los disparos retumbar no tan lejos. Apuro el paso y empiezo a correr a la pista de aviones, seguida por Biagio.

Freno de golpe y levanto el arma al ver los hombres que aparecen a mi derecha.

No quiero matar a nadie.

Una cosa es matar hologramas y otra matar personas.

Las manos me tiemblan al levantar la pistola. Ellos se acercan con dagas y katanas en las manos haciendo alusión a su clan. Miro a mi lado observando a mi acompañante. Ellos nos triplican y debo llegar a Alenka, pero no lo dejaré pelear solo.

Las palabras de Matteo cruzan mi mente...

Esto es matar o morir.

—Váyase.

—No voy a dejarte aquí, Biagio. La lealtad es lo más importante.

—Si usted muere habré fallado a mi palabra de protegerla, por favor, váyase.

Me arde la nariz y se me empañan los ojos. Los Yakuza están cada vez más cerca y de nada serviría que corriéramos los dos, uno debe quedarse.

—Si algo te pasa, te prometo que no será en vano.

—Lo sé. —Sonríe—. ¡Váyase!

Respiro hondo y le doy la espalda, empiezo a correr con todas mis fuerzas. El corazón lo tengo en la garganta, Matteo ronda mi mente, Biagio me hace doler el corazón y cada vez me siento con menos aire.

Estoy por llegar a la pista y los pies se me detienen solos al ver el hombre que se me atraviesa. Siento el frio recorrer cada centímetro de mi cuerpo.

—¡Hijo de puta! ¡Quítate de mi camino! ¡Maldito hijo de perra!

Me apunta con su arma y yo hago lo mismo. El cañón de la mía apunta su frente mientras la suya señala directo en mi pecho.

—Eres igual o más hermosa que tu madre —sonríe asqueándome aún más—. La pequeña perla preciada de los Maxwell.

—Maldito psicópata secuestrador, ¿cómo mierda entraste aquí?

Mío.Where stories live. Discover now