Capítulo 33.

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Planes.

Aitara.

A primera hora de la mañana todos en esta hacienda se movilizan siendo de utilidad. Observo mi cara en el espejo detallando cada golpe que tengo, cada uno se los haré diez veces peor a ellos.

Ileana y yo tenemos un asunto pendiente, sobre todo luego de las palabras que dijo el doctor ayer y de las cuales solo Sabina y yo tenemos conocimientos. Dios, donde me hubiese ocurrido lo que él dijo, Ileana Gheorghe hoy no fuese más que un recuerdo.

Retrocedo dos pasos detallándome por completo en el espejo, Sabina se mantiene dormida, estamos en la misma habitación ya que esta es la única adecuada.

Como voy vestida no es nada mi estilo, yo no soy de sudaderas y pantalones de algodón, muy pocas veces utilizo tenis. Pero estamos en un punto en el que en cualquier momento podríamos vernos obligados a salir corriendo, lo mejor es estar cómoda.

—¿A dónde vas? —Pregunta Sabi, sus ojos verdes esmeradla tal como los de su hijo reparan sobre mí.

—Matteo y yo ya nos marchamos.

—¿Y dónde está?

—Está afuera platicando con Max, sabes cómo es Matteo con la seguridad —se me queda viendo de pies a cabeza y sonríe. Ruedo los ojos al entender su mirada y me acerco a ella—. Mi mamá ya está por llegar, no alcanzaré a verla, pero pues te quería pedir que la cuides, Ethan aún tiene mucho poder sobre ella.

—Descuida, yo me encargaré.

—Gracias.

La observo y siento este extraño cosquilleo por todo mi cuerpo, contra todos mis impulsos y haciendo caso omiso a mi poco fanatismo por los abrazos, me acerco a ella y la estrecho entre mis brazos.

Corresponde, y el calor de su cuerpo se siente como un abrazo fraternal. Siento sus manos frotar mi espalda y me da varios besos en la mejilla.

—Anda ya que Matteo es un adicto a la puntualidad.

—Descuida, ya se acostumbró a que conmigo siempre acabará llegando tarde a todos lados.

Con una pequeña sonrisa me aparto de sus brazos y apenas salgo de la habitación, en el pasillo están Matteo, Max y el doctor.

—Señorita, le dije que lo más recomendable es que estuviera en cama un día al menos, debe descansar por usted y...

—Estoy bien. —Lo corto levantando la mano para que se calle—. Estoy perfectamente bien.

La mirada observadora y silenciosa de Matteo cae sobre mí, y se perfectamente que está analizando cada uno de mis movimientos. Es algo que desde niño hace con todo mundo, siempre analiza a las personas para saber cómo atacar o proteger.

—¿Nos vamos?

—Si.

Me despido de Max con un beso en la mejilla y Matteo simplemente le dice adiós, entra a la habitación y d aun beso a su madre en la coronilla. Tras eso solo sale de la habitación lo sigo. Subimos a la camioneta que nos lleva a la pista.

—Toma. —Dice a medio camino extendiendo la joya que ya conozco—. Necesitas recalcar tu posición ahora más que nunca, estamos en el pico de esta guerra y con lo que hice ayer nos acabamos de echar encima a la mafia japonesa.

—¿No deberíamos salir del territorio rumano? Mataste a Razban.

—Pero Ileana aún está viva, y nadie aquí sabe que yo mate a Razban, solo tú, mis padres y yo.

—¿Y por qué a Ileana aun no la has matado? Ella es igual o más culpable que los otros dos, estaba infiltrada en nuestro clan.

La camioneta se estaciona y él abre la puerta.

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