Capítulo 34.

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Little bubble.

Matteo.

—¿Los golpes no le hicieron daño? —Pregunto mientras bajamos las escaleras del jet. Ella lleva el maletín mientras yo llevo los papeles.

—El doctor me dijo que tuve un riesgo de aborto, y por eso era el dolor.

Dice cuando ya estamos caminando a la camioneta. El cólera me abruma y siento un amargor en la boca.

—Pero estamos bien, tengo cuatro semanas, casi cinco.

—¿Es decir que has estado embarazada desde antes de poner un pie en Italia?

—Si. —Veo como sonríe de boca cerrada subiendo a la camioneta y me subo detrás de ella—. Es más fuerte que tú y que yo. Sobrevivió los entrenamientos, las corridas, y los golpes. Por eso me desmaye tan pronto cuando Eros me corto en el hombro, la pérdida de sangre me estaba afectando demás.

No inmuto palabra y ella descansa la cabeza sobre mi hombro. Mientras por mi mente ronda Ileana. Las mentiras y secretos ya nos separaron demasiado, guardarle el secreto del embarazo de Ileana nos acabará por completo si Aitara decide alejarse.

Aunque la entendería completamente.

—¿En qué piensas tanto?

—Muchas noticias.

—Lo sé, es un gran problema tener un embarazo en pleno fuego cruzado. —Habla en un susurro evitando que quien conduce escuche lo que hablamos.

—Es complicado, pero todo va a estar bien, ambos van a estar bien.

—O ambas. —Dice con una pequeña sonrisa, casi imperceptible.

La culpa me carcome y el único consuelo que tengo es que, si ese embarazo tiene dos meses, yo aún no estaba con Aitara, fue antes de mi regreso a Londres.

Llegamos a la hacienda en la tarde, y Aitara lo primero que hace es ir directo a la sala. Ahí están nuestras madres. La sigo y las encontramos en la sala platicando, una plática rara y tensa.

Apenas Madison ve a Aitara se pone de pie y la envuelve en sus brazos como si fuesen a arrebatársela. Revisa cada golpe que tiene y cada parte de su cuerpo revisando que este completa.

—¿Ethan te hizo algo? —Es lo primero que le pregunta.

—Lo intentó, pero yo soy fuerte mamá...

—¿Él te hizo esto? —Pregunta al ver los moretones en el lado derecho de su rostro.

—Sí, pero...

—Es un mal nacido hijo de perra.

La cara de Aitara no tiene precio. Creo que ni yo había escuchado a Madison decir una mala palabra.

—Le voy a partir la cara así sea a punta de cachetadas.

—No te preocupes, de eso ya se hará cargo cierta persona.

Digo pasando por su lado y Aitara alcanza a ver cuándo le guiño. Sonríe y no alcanzo a escuchar lo que dice entre dientes.

Avanzo hasta mi madre que se mantiene sentada en el sofá. Luce mucho mejor que como llego a este lugar.

—¿Estas bien? ¿Alguna noticia interesante? —Indaga.

—¿Ya lo sabias?

—Obvio. Casi me acabo de morir cuando escuche que el doctor lo confirmo. —Dice con una sonrisa que se apaga en segundos—. Y también se porque mantienes a Ileana encerrada en una habitación.

Mío.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora