Capítulo 12

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Jimin estaba tan tenso que le costaba respirar con normalidad, enfrentado al despotismo griego de Jungkook en toda su furia.

-Hoy te has pasado de la raya -le reprochó con su tono más duro y recriminatorio-. Esta es tu última advertencia. Aquí nadie es indispensable, así que si alguna vez te hice pensar que podías serlo ya puedes ir sacándote esa idea de la cabeza. Con lo que te pago podría encontrar a alguien tan eficiente como...

-Sí, sí, ya lo sé -lo cortó Jimin, sudando por los nervios. Jungkook nunca se había dirigido a el de un modo tan severo y acusador.

-¡No me interrumpas cuando te estoy hablando! -gritó él.

Jimin cerró la boca y apretó los dientes, esforzándose por no llorar. Se sentía tan dolido y humillado como un principiante que hubiera hecho una chapuza irreparable.

-No tenía la menor necesidad ni voluntad de ver al doctor Melas esta mañana. Y aunque lo hubiera necesitado, es una decisión que sólo me corresponde a mí -declaró Jungkook-. Le has hecho perder un tiempo precioso al médico por haberte extralimitado en tus funciones.

Jimin se tragó la furiosa réplica que tenía en la punta de la lengua e intentó hablar en un tono frío y calmado.

-Estaba preocupado por tu salud.

-Eso no forma parte de tus funciones -fue la dura observación de Jungkook.

-Es cierto -admitió Jimin -. No volverá a pasar.

Rojo de vergüenza, intentó mantener la cabeza alta mientras volvía a su despacho. Todo el equipo debía de haber oído la furiosa reprimenda de Jungkook. Su único consuelo era que el doctor Melas le había dicho en privado que Jimin había hecho lo correcto al llamarlo. El también opinaba que Jungkook debía ver a un neurólogo y someterse a un escáner. Pero Jungkook, fiel a su carácter obstinado y arrogante, convencido de su salud sobrehumana y de su inteligencia superior, se negaba a escuchar el consejo de los simples mortales. De modo que no había nada que hacer. Jimin se había extralimitado en sus funciones y Jungkook había olvidado las horas de pasión compartida en la suite de invitados. Tal vez lo recordase al cabo de un tiempo, pero ¿realmente quería Jimin que se acordara?

La súbita muerte de Jeon Constantine había dejado algunos importantes asuntos por resolver, por lo que al día siguiente Jungkook y su equipo tuvieron que viajar a Nueva York para ocuparse de los negocios pendientes. Jungkook se quedó una semana allí, trabajando sin descanso, y después pasó otra semana en Londres trabajando a un ritmo similar. Jimin estaba muy afectado por haberse quedado en la isla, ya que Jungkook casi nunca lo dejaba atrás. Su ayudante, Kasia, se había derrumbado física y anímicamente por la presión que suponía trabajar para Jungkook, y se había valido de la agotadora pero valiosa experiencia para conseguir un trabajo menos remunerado en otra parte. Jimin tenía que encontrar urgentemente a una sustituta, pero prefirió tomarse un respiro en su frenética rutina laboral y decidió visitar algunas de las propiedades que Jungkook tenía en Europa para conocer al personal y solucionar los problemas de mantenimiento.

Estaba en el antiguo palacio que Jungkook poseía en Venecia cuando su jefe decidió tomarse un poco de tiempo libre y marcharse al Caribe a bordo del Sea Queen, acompañado, como captaron los súper teleobjetivos de los paparazzi, con hermosas mujeres y algunos donceles escasamente vestidos. A Jimin se le encogió el corazón al ver las fotos y se sorprendió a sí mismo examinando las imágenes con una lupa para ver si reconocía algunas de las caras. No le quedó más remedio que admitir los celos y el miedo que la carcomían por dentro.

Seducción- KookMinWhere stories live. Discover now