Los años han pasado y en Kensington ha perdurado la paz y la tranquilidad, sin embargo, de entre las cenizas surgirá un nuevo enemigo -¿o varios?- que busca recuperar lo que "por ley" le pertenece.
¿Serán capaces Daniela y María José de darle frente...
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Daniela Rinaldi
Moscú – Rusia
Siete años después de la muerte de Dante Costello
Hotel Metropol – 03:04 p.m.
For You — Liam Payne y Rita Ora
Los recuerdos traviesos no dejan de invadir mi mente, se empeñan en querer venir a mí una y otra vez haciendo que yo apriete con fuerzas mis piernas y maldiciendo a medio mundo el hecho de tener que reprimir las ganas que brotan desde lo más profundo de mi ser.
Su lengua moviéndose en medio de mis labios... ¡Dios! ¡Qué maldita delicia!
La forma en como su boca captura con tortuosa y hambrienta lentitud mi clítoris es sencillamente algo fuera de éste mundo. Es como si yo fuese su comida favorita, ese plato que puede comer una y otra y otra vez y nunca se aburre, al contrario, pareciera como si el hecho de comerme le produjera un hambre aún más voraz.
Muerdo mi labio inferior y oculto la media sonrisa que quiere escapar de mí en el momento en el que debo cruzar mis piernas, tratando con eso ocultar la sensación de deseo que me llena al recordar como sus dedos entraban con fuerza en mi interior anoche.
El frío que se deja sentir en Moscú no es nada en comparación con la calentura que brota de mis poros, el outfit que elegí para hoy tan solo me hace pensar más y más en ella. Sé lo mucho que le encanta cuando uso prendas que le permiten tener un fácil acceso a lo más íntimo de mí.
Un vestido corto de tela lisa y térmica que cubre mis brazos y cuello, encima tengo puesta una chaqueta de cuero que está abierta, mi cabello está suelto y cae en ondas mientras que sobre mi cabeza está una boina. Mis piernas están cubiertas por una medias pantys semitransparentes sin detalle alguno, en mis pies, unas botas altas de tacón semi-grueso y en mis ojos unas gafas grandes y oscuras son lo que complementan absolutamente toda la vestimenta de hoy. Y todo, absolutamente todo en mí es de color negro, del color que caracteriza a la BOSS, a MI BOSS.
«Justo ahora yo podría abrir mis piernas y dejar que ella metiese sus dedos en mí hasta que me diera orgasmos deliciosos» pienso pícaramente.
Sin embargo, y muy a mi pesar, ella no está cerca. Solo estoy yo en el restaurante de éste hotel donde años atrás viví una de las noches más intensas de mi vida. Una noche que estuvo marcada por la sangre y por el odio.
