Los años han pasado y en Kensington ha perdurado la paz y la tranquilidad, sin embargo, de entre las cenizas surgirá un nuevo enemigo -¿o varios?- que busca recuperar lo que "por ley" le pertenece.
¿Serán capaces Daniela y María José de darle frente...
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Narrador
Dos días después
01:24 p.m.
Resulta fascinante como en un mismo mundo hay billones de mundos en él. Ves caminar a las personas a tu alrededor, todas con sus propios problemas, con sus propios traumas, unos más grandes que otros y unos más dolorosos que otros, pero que no dejan de ser cada uno dentro de su dimensión supremamente importante. Ves caminar a ese centenar de personas que van con esa cantidad inmensurable de pensamientos: "¿llegaré a tiempo?, ¿me darán ese trabajo?, ¿me alcanzará para la comida de este mes?, ¿me estarán siendo infiel?, ¿lograré pasar el nivel del juego que estoy jugando?, ¿estaré realmente solo?, ¿vale la pena vivir?, ... este es mi último aliento."
Billones de personas, miles y miles de trillones de pensamientos y recuerdos que se van mezclando entre cada una de las almas que caminan por la selva de cemento a diario. Unas van felices, otras van con la pena a cuestas y otras...
Bueno...
Otras van en su camioneta blindada completamente negra comiéndose a besos.
— Ven, súbete aquí –la voz llena de lujuria de la BOSS le ordena a su esposa que se suba en su regazo.
Risitas y manos traviesas. Por suerte la camioneta tenía el sistema de privacidad activado, el chofer y el escolta no veían lo que pasaba en el asiento trasero, lo cual permitía que la BOSS hiciera y deshiciera con su mujer a su antojo. Con propiedad agarra parte del cuello y mandíbula de Rinaldi para acercar la boca de Daniela a la suya y devorarla como si no hubiera un mañana.
Las manos de Daniela en cambio, estaban tratando de desabotonar la camisa de vestir de su esposa, la chaqueta negra se estiraba en compás de los movimientos de la BOSS.
Daniela disfrutaba como su esposa, el amor de su vida la tomaba con tanta propiedad. Ella pertenecía por completo a María José Garzón y eso más allá de molestarle, le excitaba más y más.
María José baja sus manos hasta irlas ubicando en la espalda baja de su mujer, el jean apretado que cargaba Daniela se ajustaba perfectamente a las perversiones que traía en mente la BOSS, trata de meter sus manos por dentro del jean para de esa forma agarrar con fuerza sus glúteos.
— Desabróchalo –le susurra excitada Daniela.
La BOSS hace lo que le pide y le quita ese botón fastidioso, enseguida el jean pierde la fuerza que antes tenía y queda mucho más liberado, ideal para que María José hunda sus manos y agarre los glúteos de su mujer. El contacto piel a piel era algo que la enloquecía sobremanera.
— Amo que siempre traigas tangas cuando vienes conmigo –murmura mirándola a los ojos para luego meter su cara en medio de los pechos de Daniela —levanta la camisa.
Rinaldi obedece, enseguida la BOSS observa el hermoso brasier de su mujer y vuelve a hundirse en medio de sus pechos, los besa y chupa hasta que en medio de murmuros y gemidos, Daniela se lo baja para dejar expuestos sus pechos, María José no tarda mucho en atrapar uno de los pezones y empezar a succionarlo y chuparlo con ganas. Siente como se va endureciendo dentro de su boca y como va volviéndose cada vez más hinchado.
