Los años han pasado y en Kensington ha perdurado la paz y la tranquilidad, sin embargo, de entre las cenizas surgirá un nuevo enemigo -¿o varios?- que busca recuperar lo que "por ley" le pertenece.
¿Serán capaces Daniela y María José de darle frente...
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María José (LA BOSS)
Los Roques – Venezuela
06:41 p.m.
(+21)
Camino con mi mujer agarrada de la mano, el solo hecho de sentir sus dedos entrelazados conmigo me hacen sentir como la mujer más poderosa del mundo.
Si pudiera hacer un altar para rezarle a mi diosa humana, lo haría.
No puedo creer que tenga tanta suerte de tener a alguien como Daniela en mi vida.
A pesar de toda la mierda que nos ataca constantemente, sé que no hay nada más poderoso que nuestro amor. No hay nada más fuerte que el amor de nuestra familia.
Nunca tuve la capacidad de saber lo que en verdad mi mamá veía a través de mí cuando era niña, hasta que pude ver a los ojos a mis hijos.
— Poché... -Ethan me llama cuando paso por el centro del comedor de la villa.
— No jodas –respondo sin siquiera mirarlo.
Escucho las risas de fondo de los demás, supongo será de Ava y Nela que fueron quienes alcancé a ver. Ahora mismo no tengo tiempo ni atención para nada más que Daniela Rinaldi.
— ¿Por qué siempre se tienen que enterar que vamos a...? –Daniela pregunta con una sonrisita detrás de mí —me avergüenza, ¿sabes?
— ¿Y? pregúntame si me importa que lo sepa el puto mundo. –contesto ya llegando a la puerta de nuestra habitación.
— Pero a mí si, por eso te lo estoy preguntando.
Abro la puerta como puedo y la hago pasar para luego cerrarla detrás de nosotras.
Rápidamente me le voy encima besándole el cuello y colocando mis manos sobre su maravilloso y redondo trasero.
— Tengo el privilegio de hacer mía a la mujer más candente y hermosa de éste maldito mundo, ¿crees que no lo voy a gritar orgullosa? –pregunto en su boca sintiendo como se ríe para después besarme.
Mis manos suben de su trasero, pasan por su espalda y llegan a su cabeza... mis dedos se adentran en su cabello y mi boca se adueña cada vez más de la suya.
La brisa fría y fresca se cuela por la ventana abierta moviendo las cortinas, yo llevo mi boca a su cuello por un lateral de su hombro mientras poco a poco le voy bajando los tirantes del vestido. Abro los ojos entretanto para fijarme que detrás de nosotras se ve enmarcado de manera majestuosa un hermoso atardecer. Los colores anaranjados se mezclan en nuestra habitación apenas iluminada. Nuestras siluetas se vuelven parte del maravilloso cuadro.
Voy dejando un rastro de besos apasionados por cada centímetro de su brazo a medida que el vestido de playa va cediendo a la gravedad.
Finalmente, la prenda desaparece y yo me alejo un paso para admirar el cuerpo de mi mujer vestido solo con su ropa interior.
