RESOLUCIÓN

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No había forma. Por mucho que buscaran, no había manera de encontrar al tal Nicolás Flamel. Yo tampoco sabía quién era ese tío, y como las lechuzas no tienen acceso a la biblioteca, no pude mirar nada y ayudarlos así. Ni siquiera sabía por qué quería ayudarlos. Supongo que la curiosidad podía conmigo.

Le contaron a Neville la investigación y él se ofreció a ayudar, siempre y cuando no interviniera en nada peligroso. Pero ni con la ayuda de Neville pudieron hacer nada más que revolver libros, porque no había rastro. Y así llegaron las navidades.

—Bueno, aquí te dejo, Harry —dijo Hermione—. Pasaré las navidades en casa, con mis padres. Siento no poder quedarme, en serio, pero trataré de hacer que mis padres te inviten este verano a pasar un tiempo con nosotros en casa. ¿Te parece bien?

—Por mí estupendo, gracias —dijo Harry, tristón—. Me temo que voy a estar solo todas las navidades. No tengo más amigos que vosotros dos y Hedwig.

—Bueno, Hedwig te escucha como si pudiera entenderte; aunque no pueda hablar contigo, algo es algo —dijo Hermione, mirándome. Yo me sentí incómoda, porque esa mirada parecía tener un atisbo de comprensión muy raro, como si supiera algo más de lo que debía saber acerca de mí o algo así. Igual era yo, que estaba algo paranoica, no lo sé.

—Es que es muy lista —dijo Harry, acariciando mis plumas con ternura. Últimamente me gustaba que hiciera eso—. Os echaré de menos. Neville también se va y los del equipo de Quidditch para mí que ya se han ido. Me voy a aburrir.

—No te vas a aburrir, te lo digo yo —dijo Neville, apareciendo a su lado—. Te entretendrás lo tuyo buscando al tal Flamel. Bueno, me voy. ¿Vienes tú también, Hermione?

—Claro —dijo ella—. Nos vemos después de las fiestas, Harry, y trataré de convencer a mis padres para que te dejen pasar el verano en casa. Así no tendrás que aguantar a esos Dursleys.

—Si lo consigues, te lo agradeceré toda la vida —prometió Harry—. Nos vemos.

Ellos asintieron y se fueron. Ya estaba. Harry volvía a estar solo, aunque en un sitio mucho mejor que Privet Drive, que al menos era algo. Además, tampoco estaba solo y no se iba a aburrir aunque no buscara a Flamel. Yo me encargaría de eso.

Harry volvió a la habitación, suspirando. Yo, sin embargo, tenía otras cosas que hacer, así que salí de allí para planearlo todo. Mi destino, la biblioteca. Evidentemente, me colaría como fuera. Sin embargo, pronto llegaron los problemas.

—Vaya, vaya, ¿qué tenemos aquí?

Reconocería ese maullido en cualquier sitio: Norris. Nadie sabe esto, de hecho yo tampoco lo sabía antes de poder transformarme en lechuza, pero los animales se entienden entre sí, y también entienden a los humanos, aunque en este último caso no sea mutuo. Por tanto, yo podía entender perfectamente a Norris, la asquerosa gata de Filch, y ella a mí.

—Anda, mira, la que faltaba —ululé, con un deje de impertinencia que me habría gustado acompañar con una de mis macabras sonrisas, pero el pico lo imposibilitó—. ¿Aún no te ha matado ninguna rata? Lástima.

—Vaya, si resulta que tienes hasta sentido del humor —ronroneó Norris—. Será porque eres extranjera, porque el resto de las lechuzas no son tan mordaces.

—No soy extranjera, idiota —ululé, molesta—. De todas formas, dejemos eso por ahora. Te lo diré una sola vez, así que alza bien las orejas para enterarte: déjame tranquila y no sufrirás demasiado daño.

Cuentos De Lechuza Where stories live. Discover now