ANIMAGO

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¡Lo conseguí, mi anhelo! —Harry estaba loco de contento y, nada más entrar yo en la habitación, me abrazó con todas sus fuerzas—. ¡Lo conseguí por fin!

—Ya lo veo, chico —desde luego que sí, saltaba a la vista—. Ahora a ver si puedes invertir el proceso.

—¡Pues claro! ¡Ya sé cómo va y…! —una pausa, pues no había pasado nada—. ¿Qué diantres…?

—Amigo mío, no es tan fácil como parecía, ¿verdad?

—¿Pero qué pasa? —graznó Harry, asustado. Sí, lo he dicho bien, graznó—. ¿Por qué no puedo volver a la normalidad?

—Porque la primera vez nunca sale —ululé. Efectivamente, ambos estábamos en nuestras formas animagas, de ahí que él graznara y yo ululara.

Me había colado en la habitación de Harry como hacía desde que descubrí la entrada reservada a las mascotas, cortesía de Crookshanks, el gato de Hermione. Al ser un agujero pequeño, no había otra forma de entrar que yendo en mi forma de lechuza. Al verme, Harry me abrazó con las alas, graznando que lo había conseguido por fin. He comentado otras veces que los animales se entienden entre ellos, y lo mismo nos pasa a nosotros en nuestra forma animal.

En ese momento, Harry estaba atrapado en su forma de cuervo, como en su momento me pasó a mí o a Sirius o a cualquier otro animago. Seguramente incluso McGonagall tuvo sus más y sus menos con la inversión de la animagia, por muy dotada que esté en ese tema. Es normal que el proceso de transformación de vuelta en humano falle la primera vez, al ser una inversión de la transformación anterior. Tuvo suerte de contar conmigo para su regreso a la forma humana, de todas formas, y con una pequeña explicación pudo felizmente conseguirlo. Peor lo pasé yo, que estuve atrapada una semana en mi forma animaga hasta que encontré el modo de revertir a humana. Menos mal que me pilló de vacaciones y no en Hogwarts; habría sido mucho peor, al ser una animaga ilegal.

—Uf, qué susto, gracias por la ayuda —suspiró Harry, aliviado al verse de nuevo con brazos y piernas, en vez de con garras y alas—. Supongo que tendré que practicar esto un poco más. ¿Y dices que tú tardaste una semana en aprender a volver a ser humana? —asentí y suspiró de alivio otra vez—. Pues doblemente gracias. No sé qué haría yo sin ti.

—Probablemente ser amigo de Ronald Weasley, por ejemplo —bromeé, y Harry palideció al instante—. Y es posible también que trataras de ligarte a Cho Chang o incluso a Ginevra Weasley si te fallara Cho por lo que sea. A falta de pan…

—¡Calla, calla, no bromees con eso! —exclamó, y yo reí a carcajada limpia—. ¡No tiene gracia! Los únicos Weasley que me caen más o menos bien son los gemelos. Y porque me hacen buenos descuentos en su tienda de artículos de broma, que si no…

—Bueno, dejemos eso —atajé—. Me he enterado de algunas cosas muy importantes en el despacho de Dumbledore y…

—Cierto —interrumpió Harry, preocupado—. ¿Qué tal? Espero que no estés en un lío muy gordo, como la vuelta a Azkaban o algo así…

—No, tranquilo, quería un reconocimiento médico —expliqué—. Eso sí, me ha tocado un curro bastante chungo… bueno, a Isabella, yo sigo siendo Hedwig. Me he enterado del tema de los Horcruxes y…

Le expliqué lo que Dumby me explicó y, como supuse, Harry sabía exactamente lo mismo que yo, al ser efectivamente lo que le sacó en su momento con el cóctel con sombrillita. Un gran invento de los muggles, sin duda, una poción casi mejor que el Veritaserum, y además te da un contentillo… Pero a lo que iba. Le comenté asimismo el plan que tenía Dumby para él y no le hizo ninguna gracia, menos aún cuando añadí que probablemente incluiría a Hermione, Luna y Susan para asegurarse. Lo normal.

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