¡GUERRA! LA BATALLA FINAL

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Las huestes del Señor Oscuro avanzaban irremediablemente hacia el castillo, dispuestos a tomarlo en sangrienta y cruenta batalla, mientras en el otro bando, el nuestro, los preparativos para repeler e incluso destruir a los intrusos apenas podían cumplirse, aun trabajando todos codo con codo y a marchas forzadas, pues hasta los elfos domésticos se habían unido, con la más que alta posibilidad de que las cosas salieran mal; es de todos bien sabido que las prisas no son buenas para nada. Aun así, ¿qué podíamos hacer? ¿Contactar con ellos y decirles que todo aquello era un gran malentendido y que si podíamos hablar sobre ello, para darnos cuenta de que realmente no tenía sentido y lo podíamos dejar correr? ¿O para preguntarles si podían darse un descanso para tomar té con pastitas, para que nos dé tiempo a prepararnos del todo? La verdad, dudo mucho que, de hacerlo, nos concedieran el favor… aunque de suceder sería una historia genial para contar a los nietos.

«Y la mejor forma de echar por tierra una posible reputación con ellos también», pensé. Mejor olvidarlo.

La situación era desesperada. El ejército de Voldemort (ya daba igual nombrarlo o no, nos iba a aplastar de todas formas) era tres veces más numeroso que el nuestro, según las estimaciones, y sólo un milagro nos salvaría. Sí, lo sé, es una visión de lo más pesimista de la situación, pero la verdad es que, en ese momento, no tenía otra. Aunque supongo que, si lo estoy contando ahora, es porque salí viva del atolladero. Eso sí, ¿cómo? Eso aún se verá.

Ya estaba anocheciendo y las tropas enemigas no tardarían en llegar. Según un escrutinio ideado por Dumbledore, ya habían llegado a Hogsmeade y, ya que estaban, habían "calentado" destruyendo todo el pueblo. El siguiente paso era Hogwarts, muy a nuestro pesar. Y yo me preguntaba una cosa: ¿Cómo era que, a pesar de que no teníamos apenas posibilidades, estaba todo el mundo tan tranquilo? En efecto, el ambiente no era ni mucho menos el que podría esperarse de un preludio de guerra.

En primer lugar, Draco llevaba encima una mochila, no sabía para qué, al tiempo que Neville parecía estar preparándose para correr una maratón, por cómo estaba calentando los músculos. Luego me enteré por Andrómeda que después se puso a algo parecido a pelear consigo mismo, o eso le pareció al ver que tiraba puñetazos al aire. Eso empezó a preocuparme. ¿Se iba a dar de leches con ellos, en vez de tirarles maldiciones?

Fui a buscarle para enterarme de qué estaba planeando cuando vi que Harry seguía a Dumbledore a algún sitio, así que decidí seguirlos a cierta distancia, como lechuza, para ver qué tramaba Dumbledore esta vez. Seguro que le iba a comer el coco y no iba a permitirlo.

Luego resultó ser algo mucho peor.

—Ya estamos suficientemente aislados, creo yo —dijo Harry, impaciente—. ¿Qué tengo que hacer ahora?

—Tú nada, pero yo tengo que decirte dos palabras —dijo Dumbledore, sacando la varita. No me dio tiempo a reaccionar, ni siquiera a cambiar a humana a tiempo—. Avada kedavra.

Al acabar la transformación a humana, la maldición ya había alcanzado a Harry, que cayó aplomo al suelo.

—¡Harry, no! —aullé, cogiendo el cuerpo inerte—. ¡Lo has matado, hijo de la gran puta! —rugí, sacando la varita—. ¡Ahora te toca a ti! ¡Avada…!

No completé la maldición, pues noté que Harry se movía a pesar de haberse llevado una maldición asesina. En efecto…

—¡Mierda, cómo duele! —exclamó, llevándose la mano al pecho. Yo me quedé embobada al verle levantarse como si nada—. ¡Esta te la guardo, Albus! ¡Cuando mate a Voldemort tú serás el siguiente!

—No será necesario —dijo Dumbledore, obviando el tuteo de Harry—. Voy a morir pronto de todas formas, muy posiblemente hoy mismo.

—Ahora mismo, más bien —aseguré, apuntándole con la varita—. ¿Últimas palabras?

Cuentos De Lechuza Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz