DE NUEVO CON LOS GRANGER

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El sol se puso en el horizonte y la oscuridad dominó la casa. Hacía calor, aunque algunas corrientes de viento hacían la noche agradable, sobre todo con la ventana abierta. Siempre me han gustado las noches; su tranquilidad y su oscuridad, apta para esconderse y actuar sigilosamente, ideal para mi estilo de vida. No soy un vampiro ni quiero serlo, pues me gusta ver amanecer (de hecho, suelo levantarme a menudo pronto para ver el alba); tampoco soy otro tipo de no-muerto, aunque en momentos de mi vida bien podrían haberme confundido con uno de esos, dado que tenía por entonces la piel extremadamente blanca. Soy humana, por mucho que a mucha gente le pese, dado cómo actuaba hace unos años. Pero también soy una criatura de la noche, por así decirlo, así que ahora mismo estaba en mi salsa.

Lo oí moverse en sueños un rato más tarde y suspiré. Yo no podía dormir, perdida en mis pensamientos, como cada noche. Ya estuviera fuera o en la casa, solía permanecer despierta durante bastante rato (fuera estaba toda la noche en vela) y eso suele hacer que te dé por pensar más de lo necesario y, a menudo, comerte la cabeza con insensateces y sinsentidos, como me esta pasando ahora. Lo miré. Estaba en un sueño que parecía ser muy intenso, pues se movía sin parar y emitía algunos quejidos ininteligibles, pero no parecía una pesadilla… aún.

«Este es el preludio de una pesadilla», pensé.

No era la primera vez que le pasaba y no iba a ser la última. Un momento después, pareció calmarse, porque se estuvo quieto y parecía más tranquilo.

«Igual no es para tanto esta vez», pensé, tratando de acomodarme en mi palo. Estaba equivocada.

Él se volvió a mover en sueños y yo volví a suspirar dentro de mi jaula. Por suerte, podía salir cuando quisiera, pues siempre tenía la puerta de la jaula abierta. De hecho, había vuelto hacía poco pero, al encontrarlo dormido, simplemente entré y me coloqué en mi palo. Como humana habría estado incomodísima, pero como lechuza estaba la mar de cómoda, a pesar de que había perdido la postura que mantuve antes de verlo moverse en sueños. Era curioso que, aun siendo un mismo ser, me sintiera de modo diferente como humana o como animal, como si no importara que el cuerpo animal no fuera el auténtico, sino un hechizo, para adoptar algunas de las costumbres de dicho cuerpo. Incluso podía imitar perfectamente el comportamiento del animal y otros de la misma especie ni se daban cuenta de que no era uno de los suyos originariamente. Curiosidades de la animagia. Podría llamar así al próximo libro que escribiera…

«Debe de estar teniendo otra de sus pesadillas», pensé, al verlo moverse sin parar. Ya había entrado en esa dinámica. «Últimamente tiene más que nunca».

Salí de la jaula al tiempo que él se despertaba, así que naturalmente me pilló.

—Vaya, hola, Hedwig —me dijo Harry Potter, el Niño que Vivió, aunque ya no era un niño exactamente; sus catorce años daban fe de ello—. Has vuelto.

Se incorporó y se levantó, cogiéndome en brazos. Solía dejarme hacer eso, así que esta vez tampoco me negué. No me esperaba que esta vez tuviera un motivo de peso al hacer eso.

—Me viene muy bien que volvieras, ¿sabes? —continuó, clavando sus ojos verdes en los míos amarillos; yo me hice la desentendida convincentemente, al ser una lechuza, pero por alguna razón esta vez no coló. Sabía lo que se me venía encima y sabía que ya no tenía escapatoria—. Resulta que el año pasado, cuando vi en el Mapa del Merodeador el nombre de Peter Pettigrew, alias Scabbers para Ronald Weasley, también vi otro nombre que me chocó aún más, otro nombre que no conocía y que aún no conozco. No me mires así, que ese nombre te indicaba a ti. ¿Quién eres en realidad?

Cuentos De Lechuza Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora