SECUESTRO

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Harry

Ah, ¿que me toca a mí narrar? No creo que vaya a hacerlo tan bien como Bella; a fin de cuentas, ella lleva más tiempo en esto. Pero como me ha pasado el testigo, allá voy:

Al día siguiente sucedió lo peor que pudo sucederme. Sí, vale, dirás que morirá a manos de Voldy es seguramente lo peor que podría sucederme y no fue eso lo que pasó si estoy aquí narrando esto, pero yo no lo veo así. Para mí hay cosas peores que la muerte y una de ellas es lo que voy a relatar a continuación.

Me desperté con el alba, como siempre, y para no variar mi rutina lo primero que hice fue pasar un brazo a mi lado, esperando encontrarla. Cual fue mi sorpresa que no estaba allí, así que abrí los ojos, hasta ese momento aún cerrados, para ver si me estaba esperando levantada o qué. Pero sólo vi una nota escrita con recortes de revistas, al más puro estilo de las pelis de secuestros serie B.

Tenemos a tu amiguita, Potter. Si quieres volver a verla, ven al Departamento de Misterios del ministerio de magia antes de que se ponga el sol. Pasado el plazo, no me responsabilizo de lo que pueda pasarle. Ven solo.

Yo no soy particularmente experto en tema de secuestros, como tiene de entender, pero si esa nota no demostró que habían secuestrado a Bella, no sé qué podría demostrarlo.

«¡Ay, no, Bella!», pensé, preocupé, dando vueltas por la habitación. Algo tenía que hacer, aunque los secuestradores me habían dado pocas opciones, la verdad. Tenía que pensar en algo y deprisa. Bella era muy importante para mí y no podía dejarla en la estacada. No hay nadie que maneje el látigo mejor que ella y… no, no es momento de bromear. Esto es serio.

Así pues, me movilicé rápidamente, cogiendo la capa de invisibilidad por si acaso. Necesitaría a mis amigos, naturalmente, al ser Bella tan amiga suya como mía, y sobre todo un plan sólido para rescatarla. No iba a ser tarea facil.

Entré en el Gran Comedor lo más rápido posible, aunque sin llamar la atención, y pronto vi a Hermione. Era de esperar que se levantara antes que yo y que estuviera desayunando algo. Cogí unas salchichas para aparentar, aunque la verdad es que tenía un nudo en el estómago.

—Hola, Harry —saludó, como si nada, sin apenas reparar en mí—. ¿Cómo es que hoy no estás con Bella…? ¡Dios mio! ¡Vaya cara traes! ¡Ha pasado algo, seguro!

—Mira —le tendí la carta, que leyó rápidamente, y la cara de preocupación fue instantánea.

—¿Quién cree que ha sido? ¿Un mortífago? — preguntó.

—Es lo más lógico —dije—, aunque me pregunto por qué se la llevarían al Departamento de Misterios. No sé dónde queda. La única pista es que está en el ministerio de magia, y no es muy precisa.

—Voy contigo —se ofreció Hermione.

—Por supuesto, iremos a todo el grupo —acepté—. No confio en nadie mas. Los adultos no eliminarían inmediatamente y lo harían a su modo, lo que significaría la muerte de Bella casi de fijo porque tardarían demasiado en organizarse.

—¿Y cómo iríais hasta el ministerio de magia? —oímos a nuestra espalda. Fue darnos la vuelta y ver a Fred y George sonrientes, enrollando un objeto que no identifiqué.

—¿Perdón? —dije, haciéndome el sueño. Aunque la pregunta era buena, las cosas como son.

—No finjas, Harry, que os hemos oído —dijo Fred.

—Nuestro último invento revolucionará el mundo del espionaje —añadió George—. Las orejas extensibles.

—Con esto podemos oír a gente que está hablando en la mesa de Ravenclaw sin movernos de aquí —explicó Fred, mostrando el objeto que estaba enrollando. En efecto, se asemejaba a una oreja, pero con una especie de cable de carne donde habría ido pegada a la cabeza si hubiera sido auténtica—. Bueno, con estas no, pero sí tenemos planeado hacer orejas extensibles más largas para escuchar las conversaciones privadas de nuestros padres, por ejemplo.

Cuentos De Lechuza Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz