Robot

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—¡¿Qué pasa cabeza de chorlito?! —preguntó apagando su escarabajo frente a la cafetería.

—Deja de llamarme así. —dijo Lukyan su hermano mellizo— No volveré a llamarte.

—Está bien, disculpa. —dijo sonriendo, cerrando la puerta de su automóvil.

—Te disculpo, te hablo para saber si vendrás a pasar año nuevo a casa.

—No, no puedo tengo que trabajar. —respondió caminando rumbo a la puerta principal de la cafetería.

—¿Trabajar? ¿De cuándo acá trabajas? —le preguntó su hermano. 

—Desde que me quedé sin dinero para mi viaje por el mundo, por el momento hice una parada, para trabajar y cuando junté el dinero suficiente continuaré. —le contó. 

—No es más fácil pedirles a mis padres. —le sugirió. 

—No, no lo es, papá puso esa condición para darme mi año sabático, así que más vale que cierres la boca ¿Cómo va a la universidad? —quiso saber. 

—Bien, todo calmado. 

—Claro, lo dice el inteligente de la familia. —dijo sonriendo, deteniéndose frente a la puerta de la cafetería. 

—Tú también eres inteligente, solo que eres floja para estudiar. —escuchó decirle, él tenía razón, odiaba estudiar— Pero como eres mi única hermana, voy a enviarte dinero. 

—No necesito tu dinero, estoy bien, ya te dije que estoy trabajando. —le dijo de inmediato. 

—¿Segura? Tengo mucho dinero, no es problema para mí. 

—¿Por qué tienes mucho dinero? 

—Trabajo con papá ¿se te olvida? —inquirió sonriendo— Te haré una transferencia. 

—No, no lo necesito. 

—Será mi regalo por navidad, así que recíbelo, es mi contribución a tu viaje.

—Está bien, pero no le digas a papá. 

—No pensaba hacerlo. —declaró. 

—Bien, ahora debo dejarte, ya llegué a mi trabajo. 

—No me has dicho ¿Dónde estás? ¿en qué trabajas? 

—Luego te cuento, te hablo después.

—Bien, cuídate mucho. 

—Tú también, cabeza de chorlito. 

—Rubia floja. —se rio al escuchar como la llamaba antes de cortar la llamada. 

—Buenas tardes. —saludó entrando a la cafetería, recibiendo respuesta de los comensales. 

—Llegas tarde. —señaló Edward el encargado de la cafetería por ende su jefe. 

—Llegue temprano, estaba ahí, me viste. —dijo señalando la puerta mientras entraba detrás de la barra para ir a la cocina— Solo es un minuto tarde. 

—Bien, ve a la cocina. —dijo sonriendo— Gracias, jefe chulo. —sonrió, sabía que solo lo hacía por jugar con ella— ¡Buenas tardes, compañeros de esclavitud! —saludó entrando a la cocina. 

—Buenas tardes. —respondieron los demás trabajadores riendo. 

—Te toca encargarte de la plancha. —dijo Emmanuel el jefe de cocina. 

—¿A mí? ¿Por qué? ¿Qué te he hecho? ¿Por qué me odias? —dijo de forma dramática. 

—Porque aparte de mí, eres la única que sabe dejar la carne al punto correcto. 

XANDRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora