Epílogo

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—Sabes que nunca podrás separarte de mí ¿Verdad? —cuestionó Nina mientras bailaba con su señor robot, porque ya no podía decirle témpano de hielo, porque la ardilla había logrado derretir el hielo en su corazón.

—Lo sé. —respondió Xandro antes de besar su nariz— Todo esto lo hice consciente, por mutuo propio. —admitió sonriendo, provocando que el corazón de su rubia latiera fuerte.

—No debes sonreír de esa forma. —le pidió. 

—¿Por qué?  —cuestionó volviendo a besar su nariz.

—Porque haces que mi corazón parezca un caballo desbocado y además haces que mis hormonas se alboroten, eso no es bueno con el embarazo.

 —¿No es bueno alborotar a tus hormonas? ¿a qué te refieres con eso? —inquirió viendo como las mejillas de la rubia se tornaban rojas— Hummm ¿Asi que es eso?

—Sí. —murmuró.

—¿Dónde quedó la ardilla atrevida? —quiso saber antes de darle un beso casto.

—Ahora soy toda una señora, no puedo ser una atrevida.

—Claro que puedes, es mas debes. —dijo antes de volverla a besar— Tengo algo para ti, ven conmigo. —declaró separándose de ella para tomar su mano.

—¿En serio? pasamos de coquetear a darme algo.

—No sabes que te voy a dar.

—¡Fuck! ¿Me vas a dar eso? —cuestionó con una sonrisa pícara.

—Tenlo por seguro es nuestra boda, es mi obligación.

—Pero no quiero que lo hagas por obligación. —se quejó caminando a su lado, Xandro se rio soltando su mano para abrazarla y besarla.

—Jamás haría el amor contigo por obligación. —musito sobre sus labios.

—Es bueno saberlo. —dijo sonriendo.

—Vamos, antes de que alguien nos vea y nos impida huir.

—¿No volveremos a la fiesta?

—Eso dependerá de tus hormonas. —dijo sonriendo.

—¡Fuck! —exclamó haciendo reír fuerte al griego

Caminaron hasta donde el robot dejó su jeep estacionado, habían viajado desde New York a Alaska en él, su viaje habia durado un par de semanas, pues no llevaban un horario y se detenían en las ciudades donde los restaurantes valían la pena según la ardilla.

—¿A dónde vamos? —inquirió mientras el griego tomaba un camino que ella conocía a la perfección.

—Ya lo veras. —respondió.

—Pensé que te harías cargo de mis hormonas, ahora estoy dudando de tus habilidades de esposo. —bromeó, el robot la miró antes de detenerse en la orilla del camino— ¿Qué haces?

—Voy a hacerme cargo de tus hormonas. —respondió poniendo el intermitente.

—¡¿Aquí?! ¡¿Alguien podría vernos?! —exclamó.

—¿Quién? Estamos en medio de la nada, a menos que nos vea un oso, no hay nadie más. —respondió recordando las propias palabras que la rubia habia utilizado años atrás.

—¿Estás hablando en serio? —preguntó dibujando una gran sonrisa, en sus labios carmín.

—Muy en serio. —contestó quitándose el cinturón de seguridad— Ven aquí ardilla hormonal. 

—Espera, ayúdame con el vestido. —le pidió moviéndose, dándole la espalda.  

—Estás preciosa ¿Ya te lo dije? —cuestionó bajando el cierre del vestido al   tiempo que besaba su cuello.

XANDRO Where stories live. Discover now