Las Vegas

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—¿Está todo bien contigo? —le preguntó Ares unos días después de que la ardilla se marchara de Alaska.

—Sí, solo es nuevo para mi administrar un hotel. —respondió Xandro.

—Lo sé, pero no me refiero a eso. —le aclaró, el témpano de hielo alzó la cabeza para verlo— Lo que quiero saber es si estás bien después de que la rubia se fuera, te he visto más serio de lo normal y eso es decir mucho. —le explicó.

—No sé porqué dices eso, estoy bien, ya sabía que se iba a ir, además somos amigos, la volveré a ver pronto, ella también vive en New York. —declaró.

—Eso no impide que te afecte que ya no esté aquí. —señaló el rubio.

—Estoy bien, sí estoy más serio de lo normal, es por el trabajo y no porque ella se hubiera ido.

—¿Ella?

—Nina.

—Bien, pensé que no querías mencionar su nombre, entonces, ¿puedo hablarle a mi hijo sobre ella? —esto solo lo hizo para molestarlo, como hermano mayor era su deber hacerlo.

—No. —declaro.

—¿Por qué no? Dijiste que solo son amigos, la rubia es muy bella, como dice papá debería estar en la familia, si no es como nuera, que esté como nieta, haría buena pareja con Zeus, los dos rubios de ojos azules, me darían nietos bellos y lo más importante les darían bisnietos bellos a nuestros padres. —terminó de decir con una gran sonrisa en los labios, el robot sintió ganas de levantarse y borrársela a golpes.

—Ya te dije que no, que ella es mía. —declaró con la mandíbula tensa.

—Los amigos no nos pertenecen. —contradijo.

—Ares, si quieres regresar a Grecia con tu bello rostro intacto, será mejor que te calles. —le advirtió.

—¿Vas a golpearme? —le preguntó sin borrar la sonrisa— Solo quiero saber porque dices que es tuya, si solo son amigos. —Xandro le regaló una intensa mirada— A menos que lo digas, porque fuiste el primero en su vida ¿Es así? —el respondió con palabras, no fue necesario pues su rostro lo delató— Ya entiendo, ¿ella lo sabe?

—Podrías dejar de hablar de esto. —le pidió.

—Si, solo quiero que sepas que, si no le dijiste nada, ella puede elegir a alguien más, ya no estamos en la edad media, te recomiendo robot que busques en tu sistema algún programa que te haga confesar tus sentimientos o vas a quedarte sin tu rubia. —le aconsejó.

—Niños ¿Están listos para irnos? —los interrumpió Sol, entrando así que el témpano no pudo decir nada.

—Yo sí y muero de hambre. —respondió Ares con una sonrisa, acostumbrado a los apodos cariñosos de Sol.

—¿Robot? —se dirigió a Xandro.

—Sí, sólo tengo que apagar esto. —señaló el equipo de cómputo.

—Muy bien, su padre debe estar ya esperándonos en la cafetería, es una pena que ya tengamos que irnos. —comentó su madre.

—Podrían quedarse, no tienen nada que hacer, los dos se han retirado. —dijo el rubio poniéndose de pie.

—Por supuesto, yo me retiré, pero tu padre solo hace como que se retiró y cree que me engaña. —habló sin ninguna pizca de enojo en su voz.

—Porque eres una mujer muy inteligente. —la halago abrazándola por los hombros.

—Lo sé. —dijo con presunción y una deslumbrante sonrisa.

—Aunque no se lo heredaste a todos tus hijos. —señaló con la vista al témpano de hielo, quien se ponía de pie.

XANDRO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora