Uno:

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Tan solo di espacio para que una de mis risas más cínicas, sombrías y sin alma llenaran el ambiente mientras me escabullía en el cementerio.

No recordaba muchas cosas, mis memorias sólo eran fragmentos desparramados por todo mi cerebro. Podría decir que sólo rememoraba las cosas más puntuales: quién era, lo que hacía y a algunos de los tantos vampiros que me habían acogido esa vez, que ahora se sentía tan distante.

Me había despertado un fuerte y desagradable aroma a añejo y un poco podrido. Al menos mi capacidad para captar cómo solía oler la sangre no se había desvanecido. Y ese nuevo "perfume" (si es que se le podía llamar así a algo tan asqueroso) era diferente al de mi época. Me hacía dar cuenta que, en efecto, muchas cosas habían cambiado desde la última vez que estuve allí.

Y así, mientras observaba mi entorno, también intentaba volver a observar mis recuerdos, los cuales en ese momento eran algo absurdos.

Y es que yo más que todo era el absurdo de esta historia. Un ser que había nacido en la oscuridad...Pero que anhelaba con todas sus fuerzas conocer la luz del sol.

-Hey, Hans...

Salté de improviso y me encontré con la mirada de un confundido Harry observándome: mi compañero de cacería. Me observaba arqueando una ceja, como no creyendo lo que estaba frente a sus ojos: un vampiro a la hora de comer, que lucía sin el más mínimo apetito. Tal vez él me recordaba como el líder poderoso, extasiado cada vez que salíamos por alimento, pero creo que al encontrarse conmigo de nuevo se dio cuenta de que no era así en absoluto. Era la primera noche fuera de nuestros sarcófagos después de un sueño de cientos de años. Me dijo que, si nos apresurábamos íbamos a seguir encontrando a los de nuestra comunidad, pero ambos estábamos increíblemente hambrientos. Él sediento de sangre y yo ansiando unos...¿Frutos rojos? ¿Una ensalada de vegetales?

-Pensé que nadie vendría aquí en noches como esta, amigo mío. –argumenté yo cuando me recuperé del efímero y algo estúpido susto que me había provocado escuchar su voz de forma desprevenida.

Pues verán, yo era un vampiro algo diferente a los demás.

Mi pasado estaba lleno de cenizas, de brasas muertas que ya nadie nunca podría encender; de doncellas que me dejaban siempre con una rosa marchita un 14 de febrero. Porque sí, era un romántico despreocupado. Pero cuando se trataba de la caza, de ingerir un líquido carmesí para mantenerme vivaz, tan sólo corría a refugiarme como un cachorro asustado. Al menos, así fue cuando ese insoportable hedor me despertó. Algo en mí en verdad había cambiado.

Pues aparte de todo, desde un evento desafortunado en mi vida, (que en ese momento no podía, pero que me esforzaría por recordar) me volví temeroso y de corazón frágil...

Pero así no lo era para los otros vampiros que me conocían. Para ellos yo era "Hans el temible", así me llamaban todos en el antiguo castillo donde vivíamos. Tal vez había logrado consolidar una fachada, y sí, tal vez también todos hasta el momento se la habían creído.

Había salido de mi sarcófago esa noche a pasearme por las lápidas del cementerio de la ciudad, intentando averiguar qué rayos iba a comer si no me quería desmayar y que algún humano me encontrara y se diera cuenta de mis colmillos, mi capa y mi piel tan pálida como la nieve. Despertaría muchas sospechas en una era que por supuesto no era la mía.

Así pues, por lo pronto, era mejor ser lo más sigiloso posible.

Harry y yo nos quedamos escondidos en la penumbra intentando encontrar a nuestra próxima víctima. En sí, no podíamos abrir los ataúdes. Si alguien nos descubría estábamos muertos (sabiendo muy bien con toda ironía que éramos inmortales).

Hans el temible.Where stories live. Discover now