Siete:

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Todo se había sumido en una oscuridad absoluta.

Esa era mi cuestión con los sueños, con el mundo onírico que yacía dentro de mi mente: había estado teniendo el mismo sueño esporádicamente a lo largo de mi vida, pero por alguna razón ahora se sentía un poco más cercano.

Y esas palabras de nuevo:

"Quisiera tener mil años, mil años que pudiera darte"

Al principio de esta historia dije que había vivido un evento desafortunado, pero que en ese momento no podía recordar. Pues, ahora lo hacía, mediante ese sueño.

-Hans...

Ahí estaba la voz de mi madre, tan suave y melodiosa como la recordaba. Me estremecí por un momento. Había pasado tanto tiempo desde que la oí por última vez, que pude sentir cada pedazo de mi alma irse volando en pedazos.

Estábamos en el hospital, ella con cables alrededor de todo su cuerpo y yo a su lado. Las paredes grises que nos rodeaban estaban pintadas igual que mi corazón, al verla así, y no poder hacer nada. Pero, con lo que dijo a continuación, por primera vez en mi vida iba a desear morir...Tan sólo para que ella viviera. Para que viviera y pudiese ser feliz.

-Eres y siempre serás...El mejor hijo que la vida me pudo haber dado.

Sus ojos estaban cristalizados y su piel casi transparente, llena de cicatrices de agujas que habían insertado para medicarla por intravenosa.

Y entonces ahí llegó la parte oscura del sueño, algo que en la vida real no pudo haber pasado; pero que mi subconsciente aparentemente había transformado para aterrorizar a un vampiro cuyo rol era atemorizar pero que no le salía tan bien.

Así, vi como las paredes antes de un gris lúgubre ahora se teñían de un rojo vivo.

Era sangre. La sangre que ahora yo necesitaba para subsistir, pero que me negaba a consumir.

Acto seguido, presencié un espejismo de Kris. Ahora, mi peor enemigo había hecho aparición en la sala y clavaba sus colmillos sobre el cuello de la mujer que me dio la vida. Ella gritaba, y él tan sólo se jactaba de su dolor.

-Con que aquí tenemos al supuesto Hans el temible...-empezó a decir, con una sonrisa ensangrentada-

Volvió a reír. La misma risa cínica del día en que nos conocimos, cuando me humilló delante de todos los que alguna vez me siguieron los pasos.

-...El tonto que no disfruta del alimento de su propia especie. -concluyó

Entre gritos teñidos de carmesí y agonizando, todo se convirtió en una fusión de oscuridad y rostros mezclados, donde mis recuerdos parecieron pausarse en la primera vez que vi a Kristoff, más específicamente cuando me cargó sobre su espalda cuando mis supuestos hermanos me dejaron a mi suerte.

Y de esta manera, fui recobrando conciencia mientras la voz de mi madre ahora ya más calmada resonaba en mis oídos mientras me decía:

-Esta es tu señal.

Y así, desperté. Un poco sudado y agobiado por lo que mi mente acaba de hacerme sentir y recordar, pero de alguna forma desde que estaba con Kristoff todas mis preguntas en verdad habían ganado una respuesta, tal y como él mismo me lo había dicho cuando nos conocimos. Estaba seguro de que él era como mi amuleto de la suerte, por decirlo así.

Noté por la entrada de luz del sarcófago que aún era de noche, así que decidí salir a buscar a mi benefactor de nuevo y lo encontré en el tejado de la casa, entonando una canción.

Hans el temible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora