Diecinueve:

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—¡Hans, oh Dios mío Hans!

Se abalanzó sobre mí, en un instante, donde ambas tristezas se esfumaron y no quedó espacio más que para el cariño.

Su vestido algo translucido contrastando con el encaje que dejaba al descubierto un escote se sentía suave, aterciopelado, y la ataviaba de la mejor manera posible.

La marca en su cuello era un constante recordatorio de que ella estaba en peligro. Pero por primera vez, al vampiro asustadizo no le aterraba la idea de desgarrarse la piel por ella.

—Fallon, debemos salir de aquí. Estás en peligro.

—Ya estás aquí y nadie te reconoce. Puedo intercambiar al tonto de Harry por ti, bailar contigo. ¿No es para eso que viniste?

—Vine a protegerte. —aclaré yo— ¿Y desde cuándo te refieres a Harry como "el tonto"?

La miré con gesto juguetón mientras mis manos reposaban en su cintura. Esa prenda era perfecta para ella, de verdad.

—¡Ah, perdón! —se disculpó ella con picardía— Intercambiaré al joven Klein por ti, Hans. Además...

Me miró con extrañeza una vez más, arqueando sus cejas y así, inquirió:

—¿Conoces al chico Klein? Hablas como si lo hicieras.

—En efecto, sí, sí nos conocemos querida Fallon.

El rubio escandaloso, pero sumiso cuando en realidad debía actuar había entrado en escena.

—Me das asco. —continuó, ahora dirigiéndose a mí— Primero nos dejas, luego te arrastras con ese fanfarrón de Kristoff por la ciudad como si fueras uno de ellos. Y después...

Se acercó a Fallon, recorriendo su piel hasta encontrarse con la herida que él mismo le dejó. Sus uñas estaban largas, contrastando con sus delgados pero a la vez desfigurados dedos.

El sonido característico de cuando los seres de la noche estaban apunto de comer hizo aparición. Abrió su boca.

—Ni siquiera lo pienses, bastardo. —pronuncié yo, tomando con fuerza su brazo hasta torcerlo, pero el que alguna vez se hizo llamar mi amigo ni siquiera se inmutaba.

Se carcajeó de una forma siniestra, sedienta de sangre. Por primera vez no era para alimentarse, para subsistir. Simplemente era para matar.

Escuché el hilo de voz de Fallon detrás de mí.

—Hans...

Hans.

Hans.

—¡Hans! —imploró entonces en un grito.

Lo próximo que contemplé fue que Kris la tenía sujetada por el cuello.

Me gritaban cosas horribles, pero me importaba un bledo. El reflejo de unos desesperados ojos verdes me suplicaba que fuese diferente, que no fuese como ellos.

Le empezaron a rasgar el vestido, deseándola, deseando más que su sangre esta vez.

La voz de Harry resonó en el ambiente, diciendo:

—Pronto vendrán los desgraciados que bailan y beben allá adentro. Y creerán que tú hiciste esto.

Y así, mientras uno se disponía a succionar de su clavícula, mientras Kris y otros más la sostenían por la espalda; con toda la ira y desprecio que sentía hacia ellos y a lo que ante mis ojos durante años había permitido, le dije:

—Abusar sexualmente de una joven con la excusa de que te mueres de hambre no te hace más o menos vampiro, idiota.

Así, le propiné un buen golpe en la cara a todos ellos. Uno por uno, desquitándome, sintiendo emociones que antes percibía tan vagas. Kristoff y Fallon eran mi nueva familia, no ese grupo de cobardes.

—Vamos a ver quién salva a la parejita real ahora, príncipe azul. —espetó la mayoría cuando me vieron en el suelo, subiendo a una Fallon herida a mis espaldas. Estaba inconsciente—.

Esta vez no estaba Kristoff ni mi madre para ayudarme. Debía huir solo, protegiendo a la chica que amaba.

De esta forma, a la luz de una luna llena, mis ojos se tornaron rojos; como dos grandes rubíes demenciales y mis colmillos se transformaron en incluso más afiladas armas que jamás usaría contra ella...Sino contra ellos.

El sonido vampírico característico, similar al de una cobra a punto de inyectar veneno emergió de mi garganta, mientras concluía:

—Si alguno de ustedes le vuelve a poner un dedo encima, me encargaré de que esta luna los vuelva mortales, para que conozcan lo que en verdad es desangrarse hasta la muerte. 

Hans el temible.Where stories live. Discover now