Veintiocho:

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Hans:

Genial. Eran las últimas horas antes de que Fallon regresara a casa después del hechizo de Kristoff y ya se había desmayado frente a mí. Mis intentos de ser el sorpresivo romántico no estaban sirviendo de mucho.

La tomé en brazos y la llevé a la cama de nuevo. Esto no estaba saliendo para nada bien.

—¡Oye, Kristoff! ¿Estás seguro que entre tus poderes no está el de leer mentes para saber si esta chica va a romper o no conmigo después de tantos desastres que le he hecho pasar?

Y así, escuché a mi mejor amigo gritar desde la cocina:

—¡Será mejor que esté bien para la cena antes de llevarla a casa, tengo que hablar contigo antes, Hans! ¡Es importante!

Era la primera vez que me llamaba por mi nombre desde que estaba ahí. Debería estar metido en un gran lío.

La joven que reposaba en la cama de los huéspedes necesitaba algo de ropa, no podía seguir usando las camisas hawaianas de Kristoff como vestidos.

Así que, me di a la brillante tarea de buscar por el "intrenet" ropa bonita para chicas. Era muy divertido ya que nunca le había dado un regalo decente salvo, ya saben, la cita en La Bella Vita. Kristoff me confió un artefacto muy extraño, pero útil que los humanos usaban para comprar cosas en línea. Una "targreta" de crédito. Ahora el dinero era digital. No se me daba bien eso de pronunciar los términos de las cosas típicas del mundo humano, aun estaba aprendiendo.

Como mi colega tenía sus contactos alrededor del mundo, las compras llegaron en sólo siete horas, (el tiempo suficiente para que ella recuperara la conciencia). Normalmente, hubiese tardado alrededor de una o dos semanas, pero gracias a Kristoff, todo salió bien.

Sabía que a Fallon no le gustaban los vestidos, por el incidente de la otra noche, así que le ordené una blusa de seda blanca, unos pantalones de vestir negros y una corbata a juego. Me gustaba cuando las chicas usaban trajes, rompían las reglas de esas épocas, en la mía, sólo usaban vestidos anchos y volados. Me gustaban los tiempos actuales. El cambio era bueno.

Y así, con una expresión como de una madre cansada e incomprendida por el

—Fallon, lo siento. —me disculpé con sinceridad— Sé que todo esto te parece difícil. Pero, aunque te tenga que esperar mil años, lo haré. El firmamento de mi corazón es tuyo, la constelación de mi alma lo es, todo lo que soy te pertenece, ¿está bien?

Su mirada ya no estaba entristecida o nublada por el llanto. Después de estas palabras, entrelazó nuestras manos y sonrió con dulzura.

—Eres una maldita fantasía que no quiero soltar —dijo finalmente.

Yo arqueé una ceja en confusión.

—Es que nunca pensé que alguien me alentara, a ser mejor cada día. A tomar mis piezas rotas y acompañarme en el camino mientras las voy juntando de nuevo. —explicó.

—Y es que tú no necesitas que yo sea tu centro de rehabilitación. -argumenté

Ella negó con la cabeza y riendo respondió:

—Esto no es abuso. Esto no es tóxico ni doloroso. Tú, Hans el temible...Tú eres amor.

Sellé sus labios con un beso colmado de sentimientos, le dije que se vistiera y escuché la voz de Kristoff desde abajo, comunicándonos que la cena al fin estaba lista.

Hans el temible.Where stories live. Discover now