Veintiséis:

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En el viaje de negocios con los Bell, en una provincia italiana llamada Cosenza:

Kristoff:

Si alguna vez llegué a conocer algo que se pueda denominar como "misericordia", diría que fui afortunado. Pero al vivir en un mundo donde te manchas las manos de sangre porque si no, no vives, es difícil mantener la cordura.

Seres como yo hacíamos masacres, cuando construimos el castillo del que saqué a Hans hacía tantos meses atrás. Degollábamos personas, las desangrábamos.

En mis viajes entendí que la sangre era más que mi alimento, mi forma de vida.

Era aquella razón por la que permanecer vivo, no una adicción. No era mi adicción.

Podríamos decir que, en mis viajes, o caminando triste por los solitarios caminos de aquella encantadora provincia italiana, mi adicción pudiese ser el amor por Annelisse.

Por ella no sentía pasión o deseo, sentía lo próximo a eso, pero es que el "amar apasionadamente" no quiere decir simplemente lo mucho que te quieres involucrar de esa forma con alguien. ¿Por qué habría de hacerlo?

En cambio, deseaba trazar su piel con mis dedos. Deseaba llevarla a conocer las maravillas del mundo, e invitarla a jugar con las estrellas. Enseñarle a medir la inmensidad de la luna y que juntos contáramos cada gota del vasto océano hasta que nos quedásemos dormidos.

Gritarle que la quería y que, si bien yo había desangrado a muchas víctimas, me quedaría yo mismo vacío del liquido carmín si ella alguna vez se marchaba.

Y...Lo hizo. Pero me dejó a alguien muy especial a mi cuidado.

Alguien que, de por sí era más cercano a mí de lo que yo había imaginado.

Sí, los Bell eran unos antiguos compañeros de cacería. Aparentaban muy bien esto de ser humanos también. No se criaron conmigo, pero los había conocido en mi primer año de colegio, al mismo tiempo que Annelisse. Por eso era tan abierto con ellos. Y todos los "viajes de negocios" que hacia eran excursiones a Cosenza, a su castillo donde me daban provisiones para abastecerme.

—Kristoff...

La señora Bell se acercó a mí con mirada preocupada, y con unos ojos expresivos me extendió una carta, con el mismo emblema de aquella noche en la enfermería: colmillos y dos gotas de sangre oscura.

—Sabemos lo mucho que amabas a Anne. La noche en que tuvo que irse y ocurrió todo el revuelo con Kris y los otros, ella nos confió esta carta. Dijo que tiene cosas importantes de su vida que debes saber.

Y así, deambulé por entre los caminos lejos de mis colegas, esperando y rezando por que esa carta no me extirpara más el corazón.

Me camuflé entre los caminos, con la tierra y el musgo; hasta que, a orillas de un lago parecido al de La leggenda de la magara de la gravusia, me senté y leí:

Allí estaba. Su caligrafía a manchas de tinta antigua, con aroma a recuerdos.

Decía algo así:

Querido Kristoff, amore mio:

No me importaría si fueses un elfo.

Un ogro.

O un condenado don nadie.

Porque tan sólo eres tú, el chico del teatro.

El chico de mi corazón.

El que ha dominado mi alma y me ha enseñado los diversos colores del mundo, siendo una humana, una bruja, o el verdugo de una muerte inminente.

Pero estoy segura, que algo como lo nuestro no tendrá fecha de caducidad. Será interminable e incontable, como los astros en tantos misterios universales.

Porque, en este año y medio que duramos juntos, lo que duró el semestre, me di cuenta, que me diste algo más grande.

En mi vientre llevo un bebé, Kristoff.

Su nombre es Hans.

Y será el chiquillo más temible e increíble de todos.

Con amor,

Tu Anne.

No hace falta decir que mi mundo dio un vuelco porque seria demasiado obvio.

¡Benditos colmillos! ¡Es que todo estaba ahí! Todo encajaba. Por qué sentía una necesidad de protegerlo siempre, la intuición cada vez que estaba conmigo, nuestros intereses, y el hecho de que literalmente el crío era una copia exacta de mí en cuanto a físico se refiere.

Hans lo tenía que saber. Su nombre completo era Hans Van Daan O'Conell. Yo era su padre y jamás lo iba a volver a dejar solo. Esta vez no me iría. Esta vez, no huiría.

Y, mi amada Anne...Nuestro hijo también contará las gotas del océano a mi lado. No los defraudaré.

Hans el temible.Where stories live. Discover now