Veinte:

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—Vine lo más rápido que pude. ¡Vamos, súbela!

Kristoff me lo decía azarado, subiendo a Fallon al coche.

—Intenté hacer un hechizo allá adentro. Nadie...

Iba conduciendo por la avenida ya un poco solitaria y en penumbra, mientras parecía más bien un sobreviviente de un incendio que un vampiro en el mundo moderno. Sudado, con los ojos desorbitados y respirando en suspiros entrecortados.

—¿Y desde cuando los vampiros podemos lanzar hechizos? —pregunté extrañado yo.

—Los que son mitad humanos no pueden, así que relájate.

—Claro, claro. Por lo visto el que necesita relajarme aquí soy yo. —ironicé yo, frustrado.

Y así, entre adrenalina, algo de ira y preocupación llegamos a casa. Me dijo que en la antigua alcoba para huéspedes del segundo piso, Fallon podría descansar.

—Y toma. —me aventó un botiquín de medicinas y vendajes donde se podía apreciar un emblema con dos colmillos al frente y una gota de sangre añeja— Con lo de allí sus heridas sanarán en 24 horas.

—¿De dónde sacaste esto?

Él lanzó un suspiro que se sintió muerto, melancólico y respondió:

—De los años 1600 en la enfermería, con el amor de mi vida.

De esta manera, con esta fuerte declaración, cerró la puerta tras sí y me dejó a solas con la joven de la que me había enamorado entre tonadas de canciones.

...

Le habían desgarrado el vestido, todo eran jirones y harapos algo ensangrentados. Sí que la habían herido. Y yo tan sólo había estado ahí observando.

Ella no se merecía todo esto y, lo que había iniciado como una búsqueda de la historia de mi madre, ahora se había tornado en algo especialmente trágico.

La palidez de su tez contrastaba con la forma de su pecho desnudo, que fue lo primero que los demás habían notado y con ello deleitado: la forma de su cuerpo. La sensualidad que esos bastardos nunca habían percibido antes al parecer.

Pero no. No iba a ser como ellos, porque ella tampoco era como los demás.

Había visto a través de mí sin siquiera yo tener que decir ni una palabra, y por eso yo no necesitaba traspasar los límites que cualquier doncella de esa época habría impuesto (incluida ella), pues un no era un no. Aunque estuviera inconsciente.

Le cubrí el torso con una sábana blanca, pero dejé visible su clavícula, para empezar a curarla desde allí.

Ningún sonido salió de ella, no expresaba ardor y ni siquiera se movía.

Luego de curar la clavícula, pasé al pecho, despojándola de la sábana que había puesto antes. Le rogaba al cielo que no despertara y malinterpretara las cosas.

Recorrí los trazos de uñas afiladas y heridas fresca con el algodón y el extraño liquido rojo glutinoso que encontré en el botiquín del emblema bonito.

Y así, por vez definitiva, la cubrí. Esta vez con una cobija de lana de oveja que la mantendría caliente en esa noche tan fría.

Las horas pasaron hasta que aquella velada tan siniestra se convirtió en un apaciguado amanecer. No escuchaba el rumor de los pasos de Kristoff por ningún lado. Pronto sabría por qué.

Mi móvil vibró. Era su mensaje.

Me dejé caer sobre una butaca de cuero que yacía a los pies de la cama y al mismo tiempo que observaba los párpados cerrados de Fallon, mientras una leve respiración aún se hacía notar por sobre las mantas (lo que, gracias a los misterios universales me indicaba que Harry y su grupo de revoltosos no la habían matado), abrí entonces el mensaje y lo leí:

—Disfruta de los siguientes tres días, tornado. Modifiqué la memoria de los padres de tu eterna enamorada, creen que Fallon escapó a Roma como un acto de rebeldía porque no quería estar con el tarado ese de Harry. Tampoco saben del enfrentamiento ni nada de lo que sucedió, eso sí es permanente. Fui muy convincente.

—¿Y dónde se supone que estas tú? ¿No saliste de esta habitación hace unas horas?

—Los Bell me pidieron que fuera con ellos a un viaje de negocios. Sólo serán unos días, no entres en pánico. Sé que Hans el temible puede con todo. Si algo pasa, ya sabes lo que podemos hacer los vampiros.

Me restregué los ojos, frustrado. El cachorro asustado volvía a hacer ruido en mi corazón, pero no podía seguir escondiéndome.

Hans el temible.Where stories live. Discover now