Trece:

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-Deslúmbrala, tornado. –me dijo Kristoff actuando como un padre orgulloso cuando me vio aproximarme a la casa de los Hollander.

Yo le correspondí la sonrisa de complicidad y me dirigí hacia la puerta, admirando las bonitas flores del jardín que seguramente la señora de la casa había cuidado con tanto esmero.

-Hola, Hans.

Y allí estaba ella, con sus hermosos ojos verdes y su largo cabello oscuro recogido en una coleta hecha con un lazo de color azul oscuro.

Se veía especialmente linda con su vestido gris estampado. Era un panorama que dejaría boquiabierto a cualquier persona.

-Hola, Fallon. Te ves muy...Hilarante el día de hoy.

En mi mente había sonado como algo súper profundo e inclusive un elogio bastante romántico, pero al ver su expresión confundida me apresuré a enmendar mi error diciendo:

-¡Es decir! ¡Ah, por el santísimo credo; quise decir que...Que te ves muy bien el día de hoy! Gracias por dejarme pasar tiempo contigo, aunque ya de por sí lo esté arruinando.

Y mientras me preparaba para ser rechazado sin siquiera haber empezado el día, escuché el mágico sonido de su risa hacerse presente en el ambiente, inundando todo mi ser.

-Sí, sí. Ya sé que sonó patético, pero...

-No. Sonó tierno. Mucho en realidad.

Y entonces, sintiendo que el calor subía hasta mis mejillas poniéndolas tan rojas como el líquido vital que tanto detestaba, emprendimos el camino hacía el día y parte de noche que había preparado para ella.

Pesándolo en más profundidad, sentía en alguna parte de mí que todo estaba cambiando. Si hubiese estado en compañía de los otros vampiros, ya hubiésemos devorado a cada chica que nos encontráramos, no la perdonaríamos ni porque pudiese escapar. Ahora, podía estar cerca de chicas jóvenes sin desearlas y eso, por lo menos para mí, era un avance.

-¿Quieres escuchar algo gracioso? –le dije, viendo que estábamos llegando al primer lugar especial del día.

Ella asintió, entregándome unos ojos colmados de ternura y unas rosadas mejillas.

-Oh, mi bella dama, ¿me haría el honor de acompañarme en esta aventura? Conoceremos los secretos de la vida y de este mundo tan injusto en el vivimos. De su mano, hermosa señorita, seré más fuerte. Pero le juro que por hoy y siempre...Seré leal a su sonrisa. –de esta forma, miré hacia el horizonte con ojos soñadores manteniendo una expresión teatral pero luego no pude evitar sonreír. Partirme de risa más bien. Ella hizo lo mismo.

-Suenas como los hombres que cortejan a mi madre, que más bien a veces parecen buitres hambrientos. Pero tú...Lo dices como si de verdad lo llevases grabado en el alma y fluyendo por las venas.

¿Qué rayos era lo que estaba sintiendo con esas palabras? Era una sensación que quizá había experimentado muchas veces antes, pero no de esta forma. Diablos, Hans. Todo un galán. Bastante torpe a veces, pero aun galán; como diría Kristoff.

-Ya llegamos. –comenté yo.

-¿Cómo? –empezó a preguntar ella, pero tropezó con una piedra y, para evitar que cayera y se lastimara, rodeé su cintura con mis brazos y quedamos súper cerca. Nuestros rostros casi chocaron entre sí, y en esta situación la pude ver con más detenimiento.

Su piel era pálida, limpia e inmaculada. Sus mejillas, desde que la recogí en su casa estaban igual de sonrojadas que las mías cuando dije la estupidez de lo de "hilarante" y sus ojos eran profundos y a diferencia de los míos no lucían afligidos.

Hans el temible.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora