Capítulo 17: Diccionario sin palabras

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No había pasado demasiado tiempo desde que se había ido, asi que no pienso demasiado cuando rebusco entre las cosas que tenía para él unas pildoras y otras para curarle, creandose un nudo en la garganta luego de suspirar camino fuera de mi apartamento y me dirijo a su puerta.

De verdad estaba preocupada por su estado, de otra manera no me fuera molestado en curar ninguna de sus heridas, aunque ya tuviera una enorme dentro de él que reflejaba en su rostro. Al diablo. Di suaves toques en su puerta y luego de unos minutos no pasa nada.

Suspiro de nuevo y me recuesto en la pared a esperar, algún momento él tendría que abrirme su puerta, no podía evitarme para siempre. Era su vecina.

Luego de unos eternos veinte minutos, solo me separo de la pared dispuesta a irme de nuevo a mi apartamento cuando se abre la puerta, me vuelvo observando y pienso, en otro universo esto tenía que ser sinónimo de adelante, pasa, o por lo menos en su universo.

Entro de una forma intimidada, el yacía sentado en su sofá, sin siquiera moverse, parecía un objeto inanimado pero seguía muy lastimado.

Cerrando la puerta detrás de mí me apresuro a sentarme a su lado, no me importaba que él me evitara, que se alejara de mí, lo único que quería era verle bien. Asi me dejara en vergüenza casi siempre.


Acerque mi mano a su espalda por detrás, retirando con cuidado la gaza de su cuerpo no veo que se aleja, sólo respira muy calmadamente, observo como su piel se eriza cuando corro mis dedos mientras quito la gaza, trago un poquito y cuando la tengo toda completa en mis manos no pude envitar sentir todo ese cosquilleo en mi cuerpo al sentirme mal por su estado.

Con el pequeño algodón en mis manos, limpio su sangre, había poca pero debería dejar su cuerpo limpio para volver a cubrirle. Observo como su mirada está perdida en el suelo, pero verlo de ese modo me hacia darme cuenta que me importaba como se sintiera.


Suspiro, pero mi respiración sale regulada cuando exhalo que incluso un leve sollozo sale de ella. No me doy cuenta en que momento mis lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas, sólo sé que estoy allí, curándole y llorando. Por muy estupido que sonara, y debe estar llamandome loca pero es que sé que no tenía quien se preocupara por él y todo el mundo lo miraba mal.


Envuelvo la gaza por todo su cuerpo de nuevo, no se mueve en ningún momento ni se queja, muerdo mi labio evitando que los sollozos se hagan más fuertes, yo no me entendía porque lloraba de aquella forma, pero me importaba, él me importaba.


Dejo de envolver y presiono un poquito mi palma en lo último de la gaza para que pueda sostenerse mejor, corro mi mano por su desnuda espalda y la dejo en mi regazo, ahora llega el momento que no sabía qué hacer.


El sofá se moviliza y al segundo de estar ahí ya tenía sus brazos escudándome, estaba perpleja, sorprendida  o como se dijera aquello, el de verdad me estaba abrazando ¿No es así?


Sus brazos se envolvían fuertes alrededor de mi estómago, seguía respirando muy calmadamente, ni yo me había dado cuenta cuando lleve mis brazos alrededor de su cuello apretándole a mí, absorbiendo su aroma y embriagandome con él.


Masajee su cabello mientras mis lágrimas bajaban con frecuencia por mis mejillas, odiaba sentir ese dolor en mi pecho con tan solo verle así aunque no sabía descrifrar si también era porque esto es lo unico que conseguiría con él en ese aspecto.






***










Horas después estoy en mi piso movilizándome en la cocina mientras intento preparar algo de comer, lo había dejado dormido en su cama, él no me había dirigido la palabra como normalmente, solo cuando se separó del abrazo que ambos nos dábamos se alejó como siempre lo hacía.



Le cociné algunos huevos revueltos con tocinos y pan tostado, sé que sonaba más como desayuno pero estaba segura que no le importaría si tiene hambre. Sigo haciendo este tipo de cosas por él que no se como lo estaría tomando.



Cuando lo tengo envuelto con papel transparente en el plato me encamino a mi puerta para salirme, suspiro antes de tocar su puerta y dejar el plato en el piso.



Rápidamente corro a mi puerta y la cierro, la banquita que está a un lado de mí la muevo y me subo para observar por mi pequeño mirador de puerta, la puerta del frente no tarda mucho en abrirse, ni se porque me escondo. Él se agacha tomando el plato y muestra una sonrisa burlona mientras observa el plato, le da una mirada a mi puerta justamente donde estoy pegada y se adentra a su piso perdiéndose de mi vista.



Me recuesto a la puerta sonriendo como una tonta, él sólo había tomado el plato y no se ha negado, había tomado mi acto de amabilidad bien, ni siquiera protestó o incluso me devolvió lo que le di. Él sonrió.



Mordiendo mi labio me bajo de la banquita y camino casi brincando a mi habitación, con un largo suspiro me lanzo a mi cama y río como tonta, ¿Por qué siquiera reaccionaba de ese modo? No lo sabía, pero me sentía bien con aquello.



Lavo mis dientes y salgo a la cocina a por algo de comer, domingo por la mañana, un día excelente para mí, me sentía al fin relajada y contenta, no sabía porque ese extraño comportamiento en mí pero me gustaba sentirme de esa manera.



El celular que tenía en la sala me indicó que tenía un mensaje de voz, acercándome a él presiono el botón para dejar que se escuche este.


Como siempre era mamá avisándome que venía en la tarde a visitarme, espero que ella pueda hacer cambiar de opinión a papá sobre venir también, me encantaría hablar con él y poder arreglar finalmente las cosas.


Los toques en mi puerta hacen que me sobresalte, suspiro y camino a mi puerta para abrirla, pero cuando salgo no encuentro a nadie absolutamente.


Frunciendo el ceño cuando estoy dispuesta a cerrar la puerta echo un vistazo al piso y me encuentro con el libro que yo había comprado hace días en la biblioteca, era el diccionario.


Sonriendo confundida lo tomo en mis manos y me fijo que lo comparte un separador de hojas, abro la mitad de este y con un corrector fosforescente está subrayada la palabra gracias, frunzo el ceño confundida por aquello, pero observo la puerta con el número 517, y me doy cuenta que el único que tenía aquel libro era mi vecino, sonriendo como una tonta una vez más me adentro a mi piso con el pensamiento de que él me había agradecido a través de un diccionario sin palabras. 



Es emocionante leerlo todos los días y actualizar, estoy orgullosa y creo que en cada mensaje lo digo. Gracias por seguir leyendo, no olvides comentarme si estas releyendo o eres nuev@. Besos.

Voten y comenten.

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