Capítulo 22: Eso nunca

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Llevo por lo menos media hora observando el techo de mi habitación luego de que me levantara, las imágenes de anoche vienen disparadas a mi memoria sobresaliendo. Mi vecino era un completo idiota, a veces actúa como si me odiara y otras veces como si me deseara con todas sus malvadas fuerzas. O simplemente me odia y quiere vengarse obteniendo todo de mí, no lo entendía.


Niego lentamente apartando de mi cabeza a ese chico y salgo de la cama hacer mi rutina de aseo.


Cuando he acabado de ducharme y todo eso, me refugio en la cocina encendiendo la cafetera para que hiciera su trabajo. Saco algunos tocinos de la nevera y enciendo la estufa esperando que caliente la sartén.


Cuando estoy por cubrir con crema los panes listos para la tostadora, la puerta de la entrada suena haciéndome fruncir el ceño. Lamo mis dedos llenos de crema y me echo a caminar a ello.


Tomo el pomo y revelo a la persona que aporreaba la puerta, la saliva se me tranca.


—Cassie... —Murmura apenas audible, va de ropa casual y lleva las ojeras de millón. Mi padre.


—Oh, papá. —Digo y me lanzo abrazarlo, no evito que las lágrimas broten de mis ojos.


—Mi pequeña Cassie, te he extrañado tanto. —Besa mi cabello pasando sus manos por él antes de apretarme a su cuerpo.


—Pensé que jamás me hablarías de nuevo, papá. —Le digo susurrando.


—Eso nunca pequeña. —Besa mi frente.


No me la pasaba pensando que él jamás me hablaría de nuevo, pero mi padre tenía el orgullo por encima de mucho y me dolía saber que en cualquier momento dijera que jamás volvería a ser su hija. Pero el hecho de que ahora se molestara en venir me dice que ha superado la etapa de su orgullosa sobreprotección.


—Bueno, si me invitas a pasar puedo saber que lo que dice la tía Gina es cierto. —Sonríe mirando detrás de mí.


Sonrío y me abro paso para que entre.


Mete sus manos en sus bolsillos delanteros y asiente observando sus alrededores, retuerzo mis dedos como si estuviera esperando que me diera el permiso de salir a mi primera fiesta en mis dieciséis años.


—La idea de que decidieras vivir sola aún no me gusta, pero haz hecho tu mejor esfuerzo. —Medio sonríe mirándome. — ¿Te ayudo con ese desayuno? Ya sabes para hacer las paces.


— ¿Cómo es que...?


—No tengo que adivinar para saber que mi hija ama el tocino.


Vuelco los ojos divertida y lo hago caminar a la cocina.







***








—Estoy contenta de que vinieras papá, igual iba a enviarte una invitación de mi matrimonio para que me llevaras si te decidías hablarme para ese entonces. —Bromeo rodeando mi taza de café sonriendole.


—Oh no, casarte ya está en otra etapa no te adelantes. —Comenta haciéndome reír. —Y bueno, estar así con mi única hija tampoco es que me sienta orgulloso de mi actitud.


Le sonrío cariñosamente y me muevo por el sofá recostando mi cabeza en su hombro.


—Tú más que nadie sabe que te amo, pero en cualquier momento deberías dejarme ir.


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