Capítulo 27: Nadie más

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Después de dos días la situación con mi vecino sigue vagando por mi mente, no puedo creer como todo esto estaba yendo demasiado rápido para ambos. Para el mundo estaba claro que a él no le importaba ni en lo más mínimo seguir haciendo lo que hace conmigo, pero sigo llegando a la conclusión de que no sabía nada de él, su nombre, el nombre de sus padres o la vida que ha llevado. Simplemente lo he dejado aferrarse a mi piel sin percatarme que no le conocía en lo absoluto.

De inmediato sacudo mi cabeza, necesitaba sacármelo de una vez por todas. Me usaba de una manera única y no estaba gustándome, hacía conmigo siempre lo que quería al extremo de demostrar que solo quiere conseguir mi cuerpo. Cierro los ojos, ¿Era eso lo que buscaba de mí, mi cuerpo? Entonces sí esa era la única manera que me dejase en paz se lo iba a dar, iba a complacerlo en esa parte. No importa lo enamorada que me encontrara, él era toxico y debía alejarlo.

Dejo reposar la taza de té en la mesilla de café que tenía frente a mi sofá cama y tomo el cuaderno que utilizaba para destacar mi habilidad, y era haciendo lo que me gusta.

Saco el lápiz luego acomodándome mejor en el sofá, ojeo cada una de mis obras ya terminadas percatándome de que mi trabajo cada vez va mucho mejor. No solía compartir nada con nadie, ni siquiera mis cosas más íntimas. Esa sería la única razón de no tener una mejor amiga, y en el buen sentido no era que la necesitara.

Repaso uno de mis mejores dibujos y último que he hecho, tenía una calificación positiva en este por ser demasiado bueno para llevarlo en mi imaginación. El profesor había ordenado hacer lo que llevase en tu mente en ese momento, pero desde que conozco a mi vecino no ha estado fuera de mi cabeza ni un segundo por lo que mi dibujo trataba de él. Y debo decir que me llevé palmadas en mi cabeza por ello.

Dejo mi cuaderno en mis piernas, llevaba más de un mes aquí y ha pasado tanto. Era absurdo intentar despejar mi mente cuando es él que está obligándose a estar en mi cabeza, como si pudiera controlarla. Era más fuerte lo que sentía que lo que pensaba acerca de ello, retiro lo dicho, estaba cayendo a él.

Pero debía buscar una alternativa, y sería a partir de ahora.

Me levanto dispuesta a salir fuera de esta tentación, luego de tomar las llaves y mi chaqueta decido ir a lo de mis padres.

Salgo de ahí acomodándome a mí misma y cerrando la puerta detrás de mí, solo así veo que la puerta vecina estaba entreabierta. Arrugo el ceño mirando el reloj en mi muñeca, ¿Se ha olvidado de cerrar la puerta una vez más?

Mordisqueo mis labios echando un vistazo al pasillo y empujar la puerta de la entrada, frunzo el ceño de nuevo sin ver rastro de algún vecino mío misterioso en su sala o cocina. Qué raro, y la puerta abierta.

Me meto decidida cerrando la puerta detrás de mí en silencio, por una extraña razón me encontraba nerviosa y el pecho me latía rápidamente. Pero no había nadie y quería husmear entre sus cosas para encontrar algo que aclare mis preguntas.

Camino por el pasillo que da a su habitación, se parecía a mi piso pero al contrario. Por lo que no se me hace difícil caminar por aquí. Acomodo mi chaqueta más nerviosa.

Un sonido brusco se abre paso a mis oídos cuando me acerco más a la puerta de su habitación, entonces tal vez si estaba aquí ¿Pero qué estaba haciendo yo aquí? Cierro los ojos maldiciendo mi curiosidad y empujo la puerta un poco. Noté por la brecha que había de espacio en la puerta que mi vecino si estaba ahí, pase saliva observándolo lanzar sus puños con fuerza a un saco de box. Por un momento olvidé que boxeaba, o tal vez no lo sabía y simplemente tenía pinta de ello. Llevaba puestos los pantalones chándal que declaré mis favoritos sin nada más aparte de tener sus nudillos vendados.

Su cuerpo estaba tenso y sus músculos se movían siempre que lanzaba un golpe, no había una gota de sudor en su cuerpo lo que era asombroso y llevaba el pelo en la frente. Seguro acababa de empezar.

De un momento a otro detiene sus movimientos bruscamente haciéndome sobresaltar, ladea la cabeza a un lado viendo de reojo. Percatándose por completo que alguien lo espiaba.

Los labios se me secaron y quise correr, pero ya estaba caminando hasta mí fijándose en mis ojos.

—Perdona yo...—Comencé retrocediendo hasta que tuvo la puerta abierta.

— ¿Cómo entraste? —Dice, con la frialdad y dureza en sus palabras.

—La puerta... estaba abierta.

— ¿Te dijeron alguna vez que no podías entrar en casa ajenas?

—Lo siento...

—No, no lo sientas. Sólo vete.

Paso saliva y me vuelvo para irme de una vez por toda totalmente humillada.

—Por dios Cassandra, solo dime que haces aquí. —Me sujeta la muñeca entre sus dedos fríos y el pulso se me aceleró.

Me vuelvo mirando sus dedos sosteniéndome hasta a él y sus ojos cansados, de la situación, como yo.

—Necesitaba verte. —Murmuro por lo bajo, no muy segura de sí me entendió.

Me penetra con la mirada buscando alguna explicación de mi confesión hasta que arruga el ceño y suaviza el agarre de mi muñeca, lo siento empujarme suavemente.

— ¿Lo dices enserio? —Murmura con ironía pero ni él se lo creía.

Asiento suavemente y le miro el rostro, quería besarlo justo ahora.

Siempre me refería a este tipo de situación, lejos de él deseo que me deje en paz de una vez por todas pero cerca de él no soy capaz de pensar lo que quiero.

—Estoy completamente roto Cass, no deberías acercarte a mí. —Dice metiendo su mano a mi cuello. Tu no me dejas estar lejos de ti.

—Lo estaré porque puedo y quiero.

Acerca su cara lentamente y cierra los ojos.

—No debes estar aquí, voy a lastimarte. —Asegura.

—Voy estar aquí.

Su respiración se mescla con la mía y suavemente sin percatarnos de lo que hacíamos en sí, nos adentramos a la habitación.

Cierro la puerta apoyándome en ella, retiro la chaqueta de mi cuerpo encontrándome con el miedo en sus ojos. Por primera vez veo que está asustado, y no estaba importándome porque sabía que no era por mí. Me acerco lentamente.

—No...

—Enséñame que no tengo que buscarme a nadie más, demuéstramelo. —Susurro escarbando con mis manos detrás de su cuello.

—No lo hay. —Gruñe.

—Hazlo entonces.

Me toma desprevenida soltándome en la cama, gatea hasta mí mirándome a través de sus ojos posesivos. Desliza sus manos por mis palmas llevándolas hasta encima de mi cabeza.

—Nadie más que yo puede ni va a tocarte.—Dice deslizando una de sus manos por encima de mis brazos, los senos y hasta mi abdomen. —Nadie más va a volverte loca cuando te bese. —Susurra en mi mejilla bajando el rostro y besándome el cuello. Estremeciendome. —Nadie más que yo puede tenerte. —Me mira directo a los ojos. —Nadie nunca.

Y me besa más, mucho más.

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