Capítulo 03: Cinco estrellas y un lucero.

1.4K 226 7
                                    

Los horarios laborales de Lisa llegaban a coincidir con Jennie, pero la primera debía irse cuando su esposa empezaba su desayuno preparado por su persona por supuesto, ¿quién sería sino una amorosa mujer que disfruta cocinarle al amor de su vida? Una don nadie tal vez. Por eso en cada desayuno le dejaba detalles pequeños o notas recordándole lo mucho que la amaba, como trozos de manzana formando un corazón, o un puerco espín pequeño de kiwi.

Como esa mañana que le había dejado un oso de panqueques con un corazón de mantequilla como nariz, como bonus un dulce besito sabor a miel antes de retirarse.

Ahora mientras estaba supervisando al nuevo empleado que pasaba por una prueba, también se encargaba de probar los platos que salían para el almuerzo de los habitantes en el hotel Pétale, uno famoso situado en el centro de Seúl que los extranjeros solían solicitar con frecuencia por su variedad en comida internacional y tradicional principalmente. Los beneficios a esto era su salario, una excelente paga.

Entrando por la puerta trasera que daba a la bodega, salió un hombre mayor dándole una mirada para avisarle su receso - Lalisa Manobal, tienes treinta minutos.

Amaba su trabajo, parte de su vida estaba dedicada a la cocina, sumando que había viajado a distintos países para tener personalmente el sabor de la comida internacional. Pero le gustaba tomarse treinta minutos para salir por unos momentos y dejar que sus pulmones respiraran más que sal y pimienta.

Era una mañana calurosa, el sol estaba en su punto medio, fuerte y cegador, por suerte llevaba ropa que evitaba algún bronceado no deseado. Decidió tomar un descanso en una plaza que quedaba cerca, a cinco minutos del hotel, bajo una sombrilla y un sofá individual con una bebida tropical en sus manos. Levantándose se dirigió a un bote de basura para tirar el envase biodegradable, de pronto sus ojos se alzaron cuando detrás del local resaltaban dos pequeñas piernas colgando del gran contenedor, mismo que estaba a segundos de cerrarse sobre el pequeño cuerpo.

Con el corazón en la garganta Lisa corrió lo que pudo hasta llegar a quien fuera que estuviera dentro, sacándola en el minuto adecuado antes de que la gran tapa cayera sobre la pequeña niña, evitando así un deplorable accidente.

Respirando agitadamente, sostuvo los huesudos hombros de la infante entre sus manos sin dar imponer fuerza. -¿Estás bien pequeña? Dime que no te lastimaste.

La menor tardó en responder, luego negó con sus ojitos cerrados, pequeñas lagrimas saliendo de sus ojos, al igual que sus mejillas, sucias y amargas. Una de sus manos estaba apretando parte de una bolsa, sus ojos llorosos viendo con pena el contenedor del local, Lisa la veía con curiosidad tratando de entender su mirada.

-C-comida...mía.

La expresión de la tailandesa se relajó al darse cuenta, lo que la pequeña buscaba era alimento y el local solía tirar comida en buen estado que no se vendía en el día o la noche anterior, pero aún así con bacterias y uno que otro insecto. Le dio una mirada a la pequeña, agachandose para quedar a su altura.

-Te traeré algo más rico, solo tienes que quedarte aquí ¿me esperas un ratito pequeñita?

A la menor le brillaron sus ojitos rojos, hipando asintió, viendo como la mujer se levantaba y caminaba hasta la casa grande de comida, esperó unos minutos y de pronto vio a la rubia de nuevo con una bolsa parecida a la que se le rompió, pero la diferencia era que, estaba llena y limpia.

-Hay un pan de banana, fruta fresca y picada, incluye un tenedor. Oh, también hay una botella de agua, además de dos sandwich de maní- Le dio la bolsa a la infante que nunca antes había visto tanta comida en buen estado, para ella y solamente para ella, la mujer buena le había comprado comida rica. Iba a decir algo pero recordó que no tenía por qué hacer algo, como le dijo la otra mujer de ojitos de gatito buena y bonita.

Soltó una risita antes de ver hacia todos lados, buscando un lugar en el cual sentarse para disfrutar mejor su comida. Lisa lo siguió con la mirada hasta ver que sentaba bajo un arbolito, sacando primero el pan, quitando un pedazo para llevarlo a su boquita muy despacio, después de eso lo devoró, dejó el pan y partió otro pedazo de un sandwich, haciendo lo mismo, la fruta por otro lado se la comió enseguida, seguro y sabía que no podría conservarla por mucho tiempo.

La niña es inteligente, pensó.

El reloj de su muñeca comenzó a sonar, recordándole que tenía que volver a su trabajo en menos de diez minutos. Le dio una última mirada a la pequeña que ahora tomaba agua con algo de dificultad.

Al soltar un suspiro se encaminó de nuevo a su trabajo, pasando frente a esa niña que guardaba la botella de agua.

-Gaci...gacias.

Balbuceó, la menor había aprendido que cuando recibía algo debía ser agradecida, especialmente con las cosas buenas que le pasaban. Aunque su habla no era la mejor al no estar del todo desarrollada, hacía el intento siempre que se le era permitido.

A vista de Lalisa, los dos ojitos de la pequeña brillaron como dos luceros, inocentes y resplandeciendo de una manera especial, su corazón dio un vuelco al encontrarse atrapada entre su mirada, pero su reloj y el tiempo la estaban presionando para que volviera a su trabajo.

-Nos vemos peque, cuídate mucho, espero que disfrutes lo que hay en la bolsa.- Despeinó sus cabellos ya revueltos y se retiró a paso apresurado hacia el hotel.

La menor la siguió con la mirada, curiosa, después de eso tomó la bolsa yéndose del lugar porque vió a los monstruos acercarse y podían robarle su comida, la única que tendría en mucho, mucho tiempo, antes de que buscara en las bolsas de olores feos y ratas agresivas. A pesar de eso, su estómago lo agradecía, así como su corazoncito.

we are jaune ᥫ᭡ | JenlisaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora