Capítulo 8 - Parte II

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Capítulo VIII — Días Lamentables y Desolados.

怅惘良辰。

ADVERTENCIA: Este capítulo puede contener elementos y temas de carácter maduro. Se recomienda la discreción de los lectores.

Aunque los días en el palacio eran aburridos, los días de lujos, prendas de brocado y comidas de jade* pasaron volando. Jing pronto abandonó la ciudad imperial y dirigió oficialmente su ejército para atacar el Reino de Luo. El día que fueron a despedir al ejército, Lu Cang siguió con sus pupilas temblorosas a aquel hombre de aspecto celestial vestido de la cabeza a los pies con su magnífica armadura. Pero cuando Xizhen le preguntó burlonamente sobre su relación, siguió insistiendo en que no sentía nada por esa pervertido hombre.

(*锦衣玉食 [jǐn yī yù shí]: modismo que se refiere a una vida llena de lujos y extravagancia.)

Mientras los informes de la batalla en las líneas frontales se enviaban constantemente al harén, Lu Cang vio que Xizhen se iba callando poco a poco en medio de todos los informes de victoria. Aunque todavía intentaba dar un aire de dignidad frente a Lu Cang, éste la veía a menudo de pie, sola, frente a la ventana, mirando aturdida el cielo lejano con una mirada inadvertida.

Después de todo, era su propio padre... Incluso Lu Cang, que nunca había tenido claro quién era su padre, parecía estar afectado por esta tristeza situación, y sentía un poco de simpatía por la exteriormente alegre y vivaz Xizhen.

Si tan sólo Jing no regresara.

Aunque era cierto que Lu Cang había descubierto vagamente que tenía un cierto apego emocional hacia Jing, después de todo el dolor y el sufrimiento que había pasado bajo sus manos, Lu Cang seguía teniendo miedo de su inminente regreso.

Aparte del miedo a su salvaje forma de hacer el amor, había de hecho otra razón que él mismo no quería admitir. Cuando las personas permanecen juntas durante mucho tiempo, es inevitable que se encariñan y surgan algunos sentimientos. Aunque Xizhen lo obligaba a leer las reglas del palacio en cuanto lo veía, Lu Cang no pudo evitar asociarla con sus queridos hermanos de la montaña. Al verla como una buena amiga en este palacio donde la vida era fastuosa pero solitaria, no quería que ella enfrentara un destino en el que tuviera que ver a su esposo y su padre peleando constantemente entre sí.

Pero parece que la suerte de Lu Cang nunca fue buena. Aunque en secreto rezaba todos los días para que Jing no regresara y así poder seguir viviendo una vida de libertad y sin preocupaciones por la comida y el vestido, una mañana soleada un mensajero se acercó a Lu Cang para comunicarle el regreso victorioso del ejército imperial.

"Maldita sea, por qué tienes que volver..." Murmurando en voz baja a nadie en particular, Lu Cang miró secretamente por el rabillo del ojo a Xizhen, que estaba arrodillada con el rostro pálido al frente del harén de todas las concubinas hermosas.

Las tropas de vanguardia, aparentemente interminables, por fin pasaron frente a él. Lu Cang pronto vio a Jing, quien llevaba una magnífica corona sobre su cabeza y vestía un elegante traje imperial—— El majestuoso Emperador portaba una mirada altiva y despectiva, y detrás de él iba un palanquín transportado por ocho personas, firmemente cerrado, y rodeado de numerosas abanderados.

¿Puede verme? ... ¿Me mirará...?

Arrodillado entre la fila de guardias de túnica roja, Lu Cang gritó en su corazón. Aunque se negaba rotundamente a ceder ante sus sentimientos por Jing, todavía esperaba que Jing pensara y se preocupara por él.

Decepcionantemente, Jing no sólo no lanzó una mirada a la llamativa procesión de guardias cercanos, sino que ni siquiera volteó a ver a Lu Cang. Más tarde, cuando Lu Cang siguió a Xizhen para saludarlo dentro del harén, Jing tampoco siquiera esbozó una sonrisa. Parecía que después de un viaje al Reino de Luo, se había olvidado por completo de Lu Cang, su emocionante nuevo juguete.

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