4. bajón de azúcar.

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Ese día en particular se sentía más pesado que los demás, por el hecho de que se levantó con el pie izquierdo en todo el sentido de la palabra. Su esposa había salido de viaje, dándole a entender que no regresaría hasta que terminara con sus pasarelas al otro lado del mundo, mientras que él se encerraba en su oficina todo el día para aliviar un poco su aburrimiento. Ese sitio se sentía tan vacío, que consideró notablemente en quedarse un par de días en la casa de sus padres o en la que compró años antes.

Tomó su maletín, presionó el botón del elevador y esperó pacientemente a que este lo llevase hasta el estacionamiento.

— Buenos días, señor Richter —lo saludó el chofer, abriendo la puerta para él—. ¿Cómo se encuentra este día?

— Me encuentro bastante mal —puso los ojos en blanco—. Vamos a la empresa, hoy es el día que todo me saldrá al revés.

— Si usted lo dice.

El pobre hombre condujo hasta la empresa en silencio. Él revisó todo lo que su secretaria le indicó, recordándole que debía contratar lo antes posible a una decoradora de interiores para las propiedades que estaban construyendo.

Observó el anillo de matrimonio qué llevaba desde hace tres años, mismo que parecía ser más una fantasía que se animaba a creer que podía llevar hasta el final. Al menos, no tenía hijos con su esposa y eso estaba bien. Los empleados comenzaron a saludarlo desde que entró al edificio, correspondió cada uno de los saludos y una vez que entró en el elevador, se aflojó la corbata, todo ese día iba a ir de mal en peor.

— Buenos días, Jedward —lo saludó su secretaria—. ¿Verificaste cada una de las obligaciones qué tienes?

— Cómo cada mañana —respondió, antes de tomar los documentos que le pasaba—. ¿Te ha llamado mi hermano Kendri?

— Dijo que saldría esta noche con Kinian.

Jedward asintió, esos dos eran dinamita pura y más por los gustos que tenían.

La maqueta en la que había estado trabajando solo por diversión se encontraba junto al gran ventanal que le daba una vista hermosa de la ciudad y gran parte de la playa.

Él construyó unos cuantos pisos más, a tal punto de que arriba de su oficina tenía un apartamento... todo había quedado como querían, sin embargo, la decoración del interior no era de su gusto y necesitaba a alguien que le diera una pequeña ayuda con eso.

Levantó la mirada, asustado, cuando su celular hizo el sonido que se le había olvidado quitar cuando estaba en la oficina. Buscó el aparato en su saco, mismo que dejó en el perchero.

Hola, papá —saludó regresando a su asiento—. ¿Sucedió algo?

Nada del otro mundo, solo que quería saber de ti —respondió su padre—. Iré a comprar algunas cosas estos días para los proyectos. Supe que estabas buscando a una decoradora de interiores. ¿A qué se debe?

Necesito a alguien que pueda ayudarme con las decoraciones del interior de las propiedades futuras —se aflojó la corbata un poco más de lo que ya había hecho—. ¿Has sabido algo de mi hermana?

No, no me preguntes por ella y tampoco con Kendri que anda en los malos pasos de Kiral y mi padre —gruñó Volkan—. Cada vez que tu hermano me dice que está con Kinian, solo quiero matarlo.

Debiste tener más hijos...

Contigo fue suficiente para saber que mi fortuna no daría abasto para tener más —farfulló su padre—. Me siento orgulloso de ti, engendro del mal.

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora