34. El abuelo te defenderá.

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Dasha se encogió más entre los brazos de la persona que la abrazó con algo de fuerza y suspiró un poco antes de subir la pierna como si fuera un pulpo. Dormir con Jedward de esa manera era algo que le hacía falta y más cuando él la abrazaba con la misma fuerza, de paso, apoyaba la mejilla en su pecho en señal de buscar algo más que seguir durmiendo como lo estaba haciendo. Sin embargo, toda paz se fue por dónde no debía en el momento que dos pequeñas personas entraron a la habitación, una de diez y la otra de cinco.

Ella frunció los labios, y luego salió de los brazos de Jedward para prestarle atención a su hija, la cual se veía enojada hasta el tope.

— Me dejan dormir sola en esta casa para que ustedes dos hagan lo mismo —dijo Jasha, subiéndose en la cama, y metiéndose en medio de ambos—. ¿Por qué me abandonas?

— No te abandoné, pequeña —la abrazó, y luego miró a su hijo—. Ven, cariño.

— El abuelo dijo que pronto sería tu cumpleaños y el del tío Liam —dijo Jadiel, subiéndose en la cama con ella—. Quiero saber por qué todos dicen que eres una mala persona.

— ¿Yo?

— No. Papá —todos miraron a Jedward—. Antes el abuelo Will dijo que Jedward era el hijo del diablo, el abuelo Christopher también lo dijo hace un momento y que Jasha era como su reencarnación, porque en lo único que pensaba era en matar a las personas para quedarse con su dinero.

— Es porque cuando Jedward llegó a la familia, le decía a todos que los iba a matar para quedarse conmigo —explicó Dasha, antes de que Jedward dijera algo—. Es por eso que le dicen algunas veces el engendro del mal —suspiró un poco—. ¿Durmieron bien?

— Sí, la cama es grande y el abuelo dijo que bajaran a desayunar, porque deben hablar sobre cosas de adultos —dijo Jadiel.

Dasha asintió, y le dio una mirada a Jedward antes de buscar su cepillo de dientes y dejarlo con los niños unos minutos en los que se aseaba. No quería tomar su celular, ya que posiblemente los padres de Tahir la habían escrito, de paso también seguro le escribieron para saber que iba a pasar con el compromiso que tenía con su hijo. No quería hacer nada más que dormir o huir con su familia, pero el trabajo en la constructora.

Su tío Kiral les estaba teniendo mucha paciencia, aunque no le faltaban muchas cosas por terminar al hotel, ellos le estaban poniendo mucho empeño a todo. Una vez que estuvo lista, dejó que Jedward entrara a bañarse en lo que él iba a ayudar a sus hijos con el aseo. La casa de sus abuelos paternos era enorme, después de algunas remodelaciones, todo estaba bien asegurado y podían pasar los años y la relación entre ellos era la misma...

Era como si fueran dos adolescentes que no les importaba nada en lo más mínimo y eso era hermoso. Media hora más tarde, todos estaban bajando las escaleras hasta el patio trasero, en dónde sus abuelos ya estaban ahí a la espera de ellos.

— Y pensar que la cicatriz que tiene el abuelo cerca del corazón se la hizo la abuela cuando le trajo a tu padre —susurró Jedward, y Dasha le dio un golpe en el brazo.

— ¿Ahora que dijiste, engendro del mal? —preguntó Karla, dejando los vasos en la mesa.

— Que le dejaste la marca del amor al abuelo... cuando trajo a mi padre —se encogió de hombros—. Quiere que haga lo mismo, descuida.

— ¿Qué yo quiero que hagas que cosa? ¿Cuándo dije eso?

— Ahora —le sacó la lengua—. Tomen asiento, niños —les ordenó a sus hijos—. Buenos días, abuelos.

— Hola, princesa —la saludó Christopher—. ¿Cómo va todo?

— Más que bien, ahora que estás bien de salud —ayudó a su hija a sentarse—. Siento mucho que Jasha te haya hecho pasar un mal rato...

Ámame otra vezWhere stories live. Discover now