43. Problemas.

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«— ¿Te has estado portando bien con tu papá? —preguntó hacia Dasha, y esta asintió—. Tienes que seguir de ese modo, pronto estarás con Liam.

— Mamá —la llamó Liam—. Este niño no me gusta. Dice que es el esposo de mi hermana.

— ¿Qué cosa? —preguntó Carmen, con un hilo de voz—. ¿Nicole?

— Es cosa de niños, mi hijo tiene la loca idea de que se casará con tu hija, es por esa razón que dice eso —Nicole espantó las palabras—. Puedes traer a Liam cuando quieras a mi casa.

— Siempre voy a querer traerlo, sin embargo, Darren no me dejará —besó el rostro de su hija—. Has crecido tanto, mi amor —rozó la nariz con la de su hija—. Pronto estaremos todos bien. Te lo prometo.

— ¿Qué todo está bien, mamá? ¿Me abandonarás?

— No, Liam —Carmen rio—. Es que cada vez que quieras venir a ver a tu hermana, yo me sentiré feliz».

Jedward revisó todos los documentos que tenía enfrente y luego miró a su hija destruir la maqueta que se encontraba en la oficina.

Quitaba los edificios, luego los ponía en su sitio, ese pequeño terremoto era su hija, la peor cosa que el Dios de los humanos en la tierra pudo haberle mandado. Una mocosa que le sacaba canas verdes y más con la estupidez que se le ocurrió al decir que se casaría con ese chico que conoció en la construcción del hotel de su tío Kiral.

Era su hija, pero todo debía tener un límite y ella parecía no querer conocerlo en lo más mínimo.

— Si sigues de ese modo, vas a hacerte sangrar —le dijo a su hija, la cual le sacó la lengua—. ¿No tienes tareas por hacer? ¿Por qué tu madre sigue con eso de querer todo el tiempo dejarte conmigo?

— Para que te mate y fin del asunto —respondió su hija, como si nada—. Me caes mal, no me gustas, pero no hay de otra más que seguir vigente la cara.

— Tienes cinco años, no puedes hablarme de ese modo —se puso de pie, y ella hizo lo mismo—. ¿Qué te sucede?

— Dijeron que no podía casarme con ese chico, porque apenas tengo cinco y él me lleva trece —su hija hizo un puchero—, pero todos dicen que tú fuiste molesto con mamá y de ahí nací yo.

— Apenas vas a cumplir los seis años en unos meses —se sentó a su lado—. Él es mucho mayor que tú, es mi trabajador y si está contigo, podría ir a prisión...

— Yo lo puedo mantener, soy dueña de un país —Jasha se trepó en sus piernas—. Por favor, cómpralo para mí. Seré buena y él no puede trabajar en dónde está esa gente pobre, no me parece justo.

— Lo que no me parece del todo justo, es el hecho de que me digas esas cosas sabiendo que no te dejaré —quitó los mechones de cabello que tapaba su rostro—. Escucha, cariño. Ya tienes el regalo más envidiado de toda mi familia, no seas codiciosa.

— La codicia es lo que me hace diferente a la gente pobre —Jasha apoyó su mejilla en el pecho de su padre—. ¿Por qué tengo que esperar tantos años?

— Por el simple hecho de que debes ir a la universidad —se puso de pie con ella en brazos—. Tengo una reunión ahora, luego debo ir a verme con mis padres y tu hermano está afuera con tu madre. Así que trata de no hacer las cosas estúpidas esta vez.

— Llévame contigo hasta esa reunión, prometo que no haré nada malo.

Sabía que ella solo le estaba mintiendo, pero era su hija y no la dejaría abandonada en esa oficina como siempre hacía.

Ámame otra vezWhere stories live. Discover now