20. Papá está celoso.

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Lo primero que hizo cuando llegó a su casa fue llamar a Tahir para preguntarle en dónde se quedaría para poder hablar con él antes de su casamiento y de que viera a sus padres. Este llegó de repente al país, dándole una sensación de alivio que no había tenido en mucho tiempo. Sin embargo, la presión en su pecho era muy fuerte y vivir en el mismo sitio que hace diez años no era lo mejor del mundo.

— Mamá —Jadiel entró a su habitación—. ¿Saldrás esta noche? —preguntó haciendo un puchero—. ¿Puedo ir contigo?

— Iré a ver a Tahir, cariño y no puedes ir conmigo por más que quiera que lo hagas —negó con la cabeza—. Mañana tienes escuela y no quiero que termines por pasar mala noche —se acercó a él, para darle un beso—. Mamá llegará temprano.

— ¿Puedo ir a la empresa mañana? —Jadiel tomó su mano—. Quiero ver a papá.

— Hablaré con él y con el abuelo para que puedas pasar tiempo con nosotros y de paso, lo salves de tu hermana —desarregló su cabello—. ¿Cómo va todo con la escuela? ¿Los niños te molestan?

— No, son buenos y más porque papá hizo todo lo posible para que supieran que soy su hijo —él se notaba feliz—. Para Jasha, será un problema...

— Descuida, el abuelo Damon tiene todo bajo control.

Su hijo hizo un sonido de afirmación y ella lo llevó hasta dónde estaba el resto de su familia cenando. Se despidió de todos con un beso y fue hacia uno de los autos que su padre tenía y comenzó a conducir hasta la ciudad.

Tuvo curiosidad por querer saber lo que hablaron Volkan y su padre, pero no podía ser tan curiosa para llegar a más.

Lo primero que hizo en cuanto llegó al estacionamiento del restaurante, fue mirarse en el espejo y ponerse un poco más de labial, el suficiente para encontrarse más bonita.

Caminó con pasos decididos hasta el interior del local, dio el nombre de su prometido y el de ella.

— La novia más hermosa de todas —dijo Tahir, esquivando algunas mesas y llegando hacia ella—. Espero que la prensa deje de joder tanto luego de esto —le susurró en el oído—. Te esmeraste mucho.

— Tú también te ves estupendo, amor mío —le guiñó el ojo—. Imaginé que ibas a venir con ya sabes quién —le dio un beso cerca del labio—. No quiero que me termine por matar luego de esto, por el amor de cristo.

— Descuida, lo entenderá —rodeó su cuerpo con ambas manos, y la acercó más a él—. Tengo una reservación en la parte de arriba, en un hermoso ventanal que le dará de qué hablar a la prensa.

— Siempre pensando en todo.

Tahir dejó escapar una risa ronca, antes de guiarla hasta el privado. Eran mejores amigos en todo, el único que se sentó con ella en Moscú para darle su hombro y que pudiera llorar tanto como quisiera y no como los otros que solo la buscaban para tener sexo.

— Y bien —Tahir sacó su silla para que se sentara—. ¿Qué tal va todo?

— En este mes, han pasado tantas cosas que me da hasta vergüenza decírtelo —sus mejillas se pusieron calientes—. Digamos que Nathalie es la misma perra que conocí hace cinco años. Con decirte que Jedward tuvo una complicación cuando conoció a Jadiel y no vino...

—¿Qué?

— Pues le dio de esos bajones de azúcar —ambos rieron—, pero la maldita vino cuando vio en la prensa que su querido esposo y yo estábamos en el hospital con Jasha.

— La prensa de este país es una basura.

— Y más esa mujer que solo usa el apellido de mi familia para hacerse de nombre —echó su cabello hacia atrás—. Cuando la vi, me quedé muda, quise gritarle tantas cosas en ese momento, pero tuve que contenerme...

Ámame otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora