23. Secreto de Estado.

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Jedward tomó del brazo a Nathalie y la llevó a un sitio más apartado para hablar con ella y que nadie los escuchara. Era imposible que estuviera embarazada en dónde ambos tenían meses sin verse y él siempre se cuidaba al igual que ella. Hasta gracioso le resultaba todo eso, supuestamente embarazada, sabrá ella de quién era ese bastardo, porque él no era estúpido para caer en ese juego.

— Me estás lastimando, Jedward —gimoteó Nathalie, adolorida—. Gritaré y le diré a todos que tú me...

— Vamos, dilo —la empujó contra la pared—. Dile al mundo que yo soy un golpeador y de paso le cuentas que intentaste ponerme a un hijo que ni siquiera es mío en el camino —chasqueó la lengua—. Meses sin vernos, siquiera tocarnos y tú me sales con esto ahora. No me conoces lo suficiente como para venirme ahora con esto.

— Te lo juro, es tuyo y te lo quería decir desde antes —ella se notaba asustada—. Tú te comportas de una manera extraña desde que ella llegó que apenas me miras. Soy tu esposa y...

— Ella es la madre de mis hijos y por si no te diste cuenta... la sigo amando como el primer día que la vi —la agarró del mentón—. Recuerda que los documentos del divorcio te llegaran en esta semana, firmarás luego de leerlos, porque si vamos a una batalla legal y dices algo sobre mis hijos, te mataré con mis propias manos.

— No serías capaz, no eres así de cruel —jadeó asustada—. Por favor, Jedward.

— Quise hacer las cosas por las buenas —la soltó—. Que siguieras usando mi apellido por lástima, pero veo que quieres hacer todo por las malas.

— Hablemos como personas que pueden arreglar los problemas y aunque...

— ¿Quieres que investigue quién es el padre de ese bebé? ¿Deseas que tu carrera mediocre de modelo se vaya a la mierda? —puso ambas manos a cada lado de la cabeza de su esposa—. Meses... y en dado caso de que ese bebé sea mío, debe estar enorme ese vientre, pero no... está más plano que tu cerebro —hizo una pausa, y luego sonrió ladino—. Algo me dice que esa cena que preparaste tenía algo la noche anterior —ella palideció—. Lo sabía —le dio unos golpecitos en las mejillas—. Vete ahora que tengo algo de paciencia contigo porque eres mujer, ya que ya llegué a mi límite.

— Siempre será esa mujer, siempre ella la que esté por encima de todos —Nathalie se arregló la ropa cuando él se alejó un poco—. Todos estos años de matrimonio ella siempre estuvo en tu mente, cada cosa que hacías... Fueron diez años en los que ambos estuvieron separados y yo tuve que esperar muchos para que nos casáramos...

— En el corazón no se manda y Dasha no tiene la culpa de que a pesar de estar más de una década separados, aún la sigo queriendo —se aflojó la corbata—. Por tu culpa, ella casi muere y algo me dice que viste eso cuando llegaste a esa casa.

— Pensé que era...

— No, esa casa la mandé a construir con mi padre porque era mi puto lugar seguro —chasqueó la lengua—. Otra cosa, si Dasha no lo hace, lo haré yo —movió un poco las manos—. Una orden de alejamiento, no te quiero cerca de mis hijos y tampoco de ella. Este matrimonio se terminó y lo poco que podíamos tener se fue a la mierda en el momento que llegaste con eso de que estás embarazada.

— Estoy embarazada, Jedward. Este bebé es tuyo y sobre esa orden de alejamiento...

— Jadiel estaba presente hace cinco años cuando trataste mal a su madre, un niño de apenas cinco años que durmió en esa casa —le apuntó con el dedo—. ¿Qué tan mal tienes que estar de la cabeza para hacer algo como eso?

— Tuve miedo de que me dejaras por ella —gimoteó—. Verla en esa casa con esa comida me dio la impresión de que habían vuelto y que nuestro noviazgo se iría a la mierda, no quiero que me dejes... en verdad perdóname, no volveré a hacer nada que te moleste...

Ámame otra vezWhere stories live. Discover now