Capítulo XVI

132K 15.1K 18.1K
                                    

XVI - GALLETITAS

Bueno, pues estoy sin móvil.

¿Cómo se afronta la vida sin móvil?

Como es sábado y no tengo ni clases ni trabajo, me paso toda la mañana en la habitación del piano practicando un poco, pero lo cierto es que me cuesta concentrarme, y en cuanto hay una nota que no toco como yo quisiera se me quitan las ganas de seguir tocando. Termino apoyando la cabeza sobre el teclado, emitiendo un dispar ruido desagradable que retumba en toda la sala.

Para cuando bajo las escaleras, me encuentro a papá sentado en la isla de la cocina. Me quedo mirándolo fijamente, tratando de darle pena y que me devuelva mi preciado móvil, pero lo único que consigo es que enarque una ceja, para nada impresionado.

—Es una necesidad —insisto—, no es un capricho.

—No.

—Pero...

—No.

Estoy tentada a maldecir en voz baja, pero como sé que eso sería todavía peor termino conteniéndome.

Tío Liam y tía Lexi siguen en el garaje, donde les he visto escaparse esta mañana. El primero dice que puede arreglar mi moto y la segunda está ahí subida intentando acelerarla. No sé cuál es su conclusión personal, pero la mía es que no está funcionando demasiado bien.

—Hola —murmuro al llegar a su altura.

—Ya está aquí la alegría de la casa —comenta tío Liam con ironía divertida—. ¿A qué viene esa cara?

—Papá no me devuelve el móvil y me quiero morir.

—Podemos robárselo —dice mi tía.

—¡Lexi! —chista él.

—¿Qué? Hay cosas con las que no se puede jugar.

—Pues quítaselo tú, porque yo no me atrevo.

Eso hace que se lo piense mejor, y termina sacudiendo la cabeza.

—No vais a arreglarla —digo, volviendo al tema—. Tiene más años que yo, igual es hora de que se jubile.

Mi tío levanta la cabeza del motor, indignado.

—Ten un poco de esperanza, que la fe mueve montañas.

—Sí, pues yo no estoy tan segura...

—Solo hay que...

—¡Chicos! —La voz de mamá hace que ambos giren la cabeza—. ¡He traído palomitas!

—¡Uh, palomitas! —chilla él, y se marcha corriendo sin siquiera dudarlo.

Tía Lexi se toma un momento más para bajarse de la moto y ponerle el caballete, que chirría como un condenado. Después, se acerca y me da una palmadita en el hombro.

—A ver, hay muchas motos en el mundo. Siempre puedes comprar una nueva.

—Supongo que sí...

—¿Quieres palomitas?

—No, gracias.

Parece que quiere decirme algo más, pero termina marchándose junto a tío Liam. Me quedo sola en el garaje, pensativa. No sé qué hacer con tanto tiempo libre. Qué asco. Llamaría a Tommy, pero claro, no tengo móvil. También podría buscar algo que hacer en internet, pero... ¡no tengo el puñetero móvil! Joder, es la última vez que cabreo a papá.

Tras diez minutos de silencio reflexivo, no se me ocurre otra cosa que quitarle el caballete a la moto y subirme encima. Es cierto que es muy antigua, y que cuando la compré tuve que hacerle dos apaños para que siguiera funcionando. Seguro que todavía tiene cinta adhesiva por ahí atrás, de cuando se me escapó un tubito. Pero no quiero deshacerme de ella; es la primera cosa que he tenido alguna vez a mi nombre.

La primera canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora