Capítulo XX

118K 11.5K 8.9K
                                    

XX - DECISIONES


Sé que va a abrir la puerta, así que en cuanto oigo los pasos de papá por las escaleras cierro los ojos con fuerza. No estoy muy segura de cuál es mi intención —si es de fingir que estoy dormida o qué— pero el objetivo está muy claro: que me deje en paz.

Spoiler: no sirve de nada.

Papá entra en la habitación con su tranquilidad habitual. Oigo que se acerca a la cama y me empeño en seguir con los ojos cerrados. Tal y como sospechaba, no ayuda mucho.

—Livvie —dice con calma—, vamos.

—No quiero ir a la loquera.

Muy sabiamente, decide ignorar la palabrita de provocación.

—No se trata de lo que quieras, sino de lo que necesitas. —Hace una pausa, y luego me sacude suavemente del hombro hasta que abro los ojos—. Venga, mamá está abajo con el coche.

—Puedo ir yo sola.

—Nadie dice que no puedas.

—No, solo pensáis que me escabulliré y no iré a verla.

Esta vez, se queda en silencio durante más tiempo. Quizá pensaría que es una pequeña victoria, pero su expresión me da a entender que no va a moverse de ahí hasta que me ponga de pie.

Todavía más irritada, dejo que tire de mi brazo para hacerlo. No se me pasa por alto que mira el estado de mi habitación, que es un auténtico desastre; notas, cuadernos y cables tirados por todos lados. También está el piano eléctrico que me pedí por internet un día en el que me aburría, y que apenas he mirado en todos estos días. El objetivo era poder tocar sin salir de mi habitación, pero la jugada no salió demasiado bien porque aquí dentro no sé concentrarme.

—Livvie —insiste cuando ve que me quedo ahí de pie.

—¿En serio tengo que ir? —mascullo.

—Sí.

—Papá, tú sabes lo duro que es tener que...

—Vas a ir.

—¿Es que te da igual que...?

—Olivia.

Y con una palabrita ya corta cualquier cosa que pudiera querer decirle.

—Está bien —murmuro de mala gana.

Efectivamente, mamá nos espera abajo con el coche. Me subo atrás sin mediar palabra, a lo que ellos intercambian una mirada. Veo que mamá le sonríe brevemente y él le corresponde, pero no dicen absolutamente nada.

Me paso el viaje en coche mirando por la ventanilla. Sin darme cuenta, me rasco la yema del índice con la uña del pulgar. No me gusta tener que ir a ver a la doctora Jenkins. No me gusta la perspectiva de que papá y mamá estén preocupados. Tengo una sensación muy desagradable en la base del estómago que no me deja estar tranquila del todo. Y, por otra parte, no me puedo sacar de la cabeza el hecho de que en menos de un mes tengo que presentar una canción única en la academia y no tengo nada. Qué desastre.

Llegamos a la consulta diez minutos antes de la hora prevista, pero aun así me dejan pasar enseguida. Miro a papá y mamá, que se quedan en la parte de recepción y fingen que todo está bien.

La doctora Jenkins está tal y como la vi la última vez, incluso lleva un atuendo parecido. Un puntito de dolor de cabeza me hace torcer el gesto y sentarme sin mediar palabra..

Ella, que se había puesto de pie para darme la mano, vuelve a sentarse y finge que no ha visto nada. Su sonrisa calmada me recuerda a la de papá, y me hace pensar en la cantidad de años que se ha pasado él entre consultas. Una parte de mí se pregunta si esa calma se desarrolla con mucho trabajo o es algo que ya viene dentro de ti cuando naces. Espero que sea la primera, porque sino yo estoy perdida.

La primera canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora