Capítulo XXX

61.6K 6.5K 6.1K
                                    

XXX - NEÓN


Cuando llegamos a la calle, estoy todavía más enfadada que en la fiesta. No sé si es porque ahora no tengo a Tommy delante, o si estos pocos minutos en el ascensor me han dado demasiado tiempo para reflexionar, pero todo lo que ha dicho me suena mucho peor. Mucho más cruel. Mucho menos Tommy.

—No me lo puedo creer —voy maldiciendo por el camino—. No. Me. Lo. Puedo. Creer.

Jane se detiene y, con los brazos cruzados, deja que me dé un ataque de rabia en paz.

—¡No me lo puedo creer! —exclamo de nuevo—. ¿Quién coño es ese chico y dónde está mi mejor amigo?

—Debajo de su orgullo de machito herido, supongo.

—¡No tiene gracia!

—No es una broma. Mañana se arrepentirá, llamará llorando y te pedirá disculpas. Porque tiene orgullo herido, pero te quiere mucho.

Frustrada, le doy una patada a lo primero que pillo. Resulta ser una papelera. En las películas, siempre caen de forma dramática. En la vida real, sin embargo, están ancladas al suelo y son de hierro, así que el resultado es un poco más patético; en lugar de caerse, me recorre una oleada de dolor por toda la pierna, suelto un insulto en voz muy alta y, mientras todos los viandantes me echan ojeadas desconfiadas, yo doy saltitos con mi pie en la mano.

La viva imagen del orgullo.

—¡Mierda! —chillo, todavía sujetándome el pie mientras intento mantener el equilibrio.

Jane contiene una sonrisa al acercarse a mí.

—¿Estás bi...?

—¡No, no estoy bien! —estallo, furiosa.

Después, mirándola mejor, hago un mohín.

—Pero..., bueno, gracias por intervenir.

—Iba a pedirles que se marcharan de mi casa igualmente. Al final, he pensado que sería más fácil que saliéramos nosotras.

Jane sigue hablando, pero me cuesta centrarme en sus palabras. Me siento humillada. No solo por Tommy, sino por todo el ambiente de la fiesta. Hacía mucho que no me sentía así. Desde el instituto, prácticamente. Y no recordaba lo desagradable que es entrar en una sala donde absolutamente nadie te toma en serio.

La gente da asquito.

—¿...apetece?

Su última pregunta me centra de nuevo. Lo hago de forma un poco torpe, así que debe suponer que no estaba prestando atención. Por suerte, Jane decide tener piedad y no hurga en la herida.

—Decía que puedo acompañarte a casa —repite.

—Oh. A casa.

La perspectiva de volver y enfrentarme a mamá, que me ha dicho que esto de venir no era una buena idea, no me gusta demasiado. No va a decirme nada —mamá no es así—, pero me sentiré como una mierda.

Y, si tengo que sentirme como una mierda, por lo menos que sea con una copa de alcohol en la mano.

Una frase un poco preocupante.

—No voy a volver a casa —murmuro—. De hecho, creo que voy a meterme en el peor bar que encuentre y pedir la peor bebida que sirvan.

—Suena... divertido.

—Pero, de nuevo, gracias por ayudarme. Nos vemos otro día, supongo.

No sé por qué, pero no me muevo. Jane tampoco lo hace. Sigue con los brazos cruzados, solo que ahora su actitud es divertida.

La primera canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora