Capítulo XXIX

60.2K 6.6K 7.2K
                                    

XXIX - SALIDAS


—¡Vale! —El tono entusiasta de mamá me saca una sonrisa—. ¿Cuál es el plan?

Hoy se ha despertado con un solo objetivo: que su día libre sea pasa las dos. Plan de chicas, lo ha llamado. En otro momento me habría parecido una pesadilla, pero ahora mismo me apetece bastante. Mamá le aporta una energía alegre a mi vida de la que nunca podré cansarme. Y, entre reuniones con Cristina y horas en la sala del piano, está bien desconectar un poco.

¡Tarde de chicas!

—Podemos hacer lo que tú quieras —prosigue al ver que no respondo—. Por favor, que no sea un paintball de esos.

—Vaaaaya, ya me has arruinado el día...

—No tiene gracia, jovencita. La diversión se acaba en cuanto metes pistolas de por medio.

—No es lo que piensan en mis libros favoritos.

—¿Quieres que vayamos a una librería? —sugiere de repente—. Tres libros cada una. Pago yo.

—Mmm... Ya tengo libros de sobra, pero gracias. Creo que me apetece más...

Cualquier cosa que digas será inferior.

Me tomo un rato para pensarlo porque, honestamente, no sé qué me apetece. Últimamente, mi vida ha girado tanto entorno a la música que me ha olvidado que puedo tener otros hobbies. Y no quiero pedirle a mamá que vayamos a una tienda de música porque, honestamente, las tengo un poco vistas.

Quiero algo distinto. Quiero algo más...

¿Caliente?

—¿Podemos hacernos las uñas? —propongo.

Meh.

Hasta hace medio año me mordía las uñas y odiaba el olor a esmalte, así que mamá se queda un poco pasmada. Sin embargo, se recupera rápido y sonríe.

—¡Vale! Creo que nunca he ido. Es decir, me las he pintado yo y todo eso, pero nunca de manera profesional.

—¿Y te apetece?

—¡Claro que sí! Perfecto, ya tenemos plan.

Las uñas me dan un poco igual. Ahora mismo, las tengo pintadas de negro y el esmalte se está escapando de las raíces y las puntas. Lo que quiero, simplemente, es el concepto de que alguien cuide un poco de ti durante un rato. Que alguien te mime un poquito. Eso no le hace mal a nadie, y creo que lo necesito.

Me apunto.

Mamá aparca el coche junto a una de las entradas del centro comercial y, de camino a la puerta, engancha su brazo con el mío. Sospecho que, con todo lo que ha pasado últimamente, le da miedo que nuestra relación ya no sea tan estrecha como antes. Pero no es así. No creo que mi relación con mamá sea de esas que requiere una constancia periódica para mantenerse. Es de esas que, más bien, pueden sostenerse aun incluso cuando no estamos juntas.

El olor a esmalte de la tienda me provoca una mueca, pero la retiro antes de que mamá pueda verla. Por suerte, ella está encantada de la vida y no se da cuenta de nada. Miramos los modelos, los colores y, aunque yo me decido en cuestión de segundos, mamá necesita saber todas las recomendaciones, todos los detalles y todos los modelos para poder decantarse. Espero tranquilamente, dando paseos por la tienda, hasta que vuelve a mí con toda su alegría y me dice que ya sabe lo que quiere.

Empezamos con la pedicura. Es una sensación un poco extraña, pero no demasiado desagradable. Por supuesto, mis elecciones han sido negro y dorado. Las mismas para las manos. Mamá, en cambio, ha terminado decantándose por una especie de arcoíris; cada uña es de un color diferente, y todo en color pastel.

La primera canciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora