CAPITULO 2

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—Darien. Es urgente.

Corrí hacia la dirección que Amy me había dado. No podía creerlo, no de nuevo.
Con el corazón golpeando mi pecho, entré a la habitación escuchando sus sollozos desgarradores.

—Serena.

Inmediatamente me acerqué a ella tomando su mano, la cual temblaba.

—Tranquila Pequeña, estarás bien —consolé apartando los cabellos húmedos de su rostro.

—No me digas que todo estará bien —sollozó con fuerza—. Esto era de esperarse ¿no? Ya fue demasiado. Es lo último que puedo soportar.

Cerró los ojos dejando a que sus lágrimas se deslizaran por sus mejillas.
Me dolía demasiado verla de esta manera, sabía muy bien que no era la primera vez.
Suspiré mirando a mi al rededor. No estaba. Él no está aquí.

—¿Has llegado sola?

Asintió.

—¿Como puede dejarte sola? —escupí las palabras con rabia y odio.

—Sabes que ahora su atención está en esa mujer. Ya no le Importo.

—Eres su esposa.

—Ya no, los papeles de divorcio están en camino.

A pesar que esas palabras me hicieran sentir un poco aliviado, no servía de nada para ocultar el coraje que sentía.
Ella estaba aquí, de nuevo, con un aborto de dos meses mientras que ese imbécil estaba dándole atención a otra mujer.

No tuve más remedio que cortar mi turno de guardia y quedarme aquí con ella.
Serena me necesitaba.
El informe mencionaba lo mismo.
Un aborto espontáneo.
Ella ya ha tenido dos abortos en este último año, sin contar los antiguos abortos.

Serena se quedó profundamente dormida después de llorar con dolor, golpearme el brazo y el pecho maldiciendo miles de veces ese idiota. No la detuve, dejé a que ella se desquitara con algo, si seguía ocultando ese dolor podía ser aún más peor de lo que ya era.
Con sigilo salí de la habitación y me fui a mi taquilla para tomar mi celular y hacer la llamada que tanto había deseado hacer. Claro que tuve que salir para poder hablar con tranquilidad.

—¿Hola?

—Maldito hijo de puta ¿Sabes en donde está tu esposa ahora?

—Ehhh ¿con su madre?

—¡En el hospital Idiota! Ella de nuevo tuvo un aborto. ¿En donde carajos estas tú?

Lo oí suspirar detrás de la línea.

—Escucha Hermano, Las cosas entre Serena y yo ya no son las mismas, quedamos en un acuerdo y...

—Aún así ella sigue siendo tu esposa ¿No? —interrumpí—. El hijo que perdió era tuyo, y aun si decides dejarla tirada en un momento donde más te necesita. ¿Que mierda te pasa contigo?

—¡No lo comprendes! —gritó—. Tú no lo comprendes Darien. No sabes nada.

—Se lo suficiente. Te he visto a ti durante los últimos abortos pero nunca pareces afectado, todo el dolor va para ella. Si ya no te importaba seguir con eso, entonces ¿Por qué lo seguías intentando?

Por segundos el otro lado de la línea quedó en silencio, Miré la pantalla comprobando que la llamada siguiera en curso.

—Por qué ese es su sueño. Es el de ella, no el mio. Dejó de serlo —suspiró—. Ella se cierra en su círculo emocional y no deja a que nadie más la ayude. Me cansé de apoyarla después de los abortos y... Mierda, hermano yo necesitaba distraerme y... Ella apareció. Me ayudó con toda esta mierda.

Tomé asiento en una silla apoyando los codos sobre mis rodillas.

—Se que nuestros padres la aprecian y que posiblemente me odien después de esto pero, las cosas entre Serena y yo ya no volverán hacer las mismas. Se acabó. —continuó—. Ambos merecemos vivir felices, ya vivimos lo que estaba destinado a ser, ahora todo a cambiado. Lamento mucho no estar con ella en estos momentos pero creo que eso es la mejor opción, ahora Serena no me ha de querer ver. Darien, por favor, quédate con ella, apoyala en estos momentos. Te necesita.

Dicho eso, terminó con la llamada.
Suspiré observando el cielo oscuro, Seiya es mi hermano pero jamás creí que le haría esto a la mujer que alguna vez mencionó que era el amor de su vida.
De regreso a la habitación de Serena, me quedé pensando en las palabras de mi hermano. Al menos tenía un poco de razón, lo mejor en estos momentos era no acercarse a Serena. Alejarse el uno al otro, esperar a que los papeles del divorcio lleguen para que así ambos puedan rehacer sus vidas de nuevo.

Al día siguiente, tuve que suplicarle a Serena para que comiera un poco.

—Solo un bocado linda.

Negó.

—No, gracias.

Lucía pálida, los ojos estaban rojos e hinchados. Es como si en tan sólo un día perdiera todo su brillo. El brillo que yo tanto amaba.

—Pueden darte de alta mañana —comenté cortando un pedazo de manzana y ofrecerle—. ¿Regresaras a...

—No. Ese lugar ya no es mi hogar. —me miró—. Me quédare con mi madre durante un tiempo. Después veré lo que pueda hacer.

Asentí teniendo en la punta de mi lengua la idea que había pensado durante la noche.

—Tu madre vive al menos a dos horas de la ciudad, perderías tu trabajo y tus amigos.

—Podré recuperarme pronto.

—Serena, nena. —dejé la comida en la mesita, para después tomar la mano de ella—. Puedes quedarte a vivir en mi casa. Sabes que es lo suficientemente grande y además no suelo estar siempre ahí, con la guardia del hospital, las consultas y todo eso, la mayor parte del tiempo mi casa se queda sola. Puedes quedarte ahí, si así lo deseas. Mientras, ya sabes, las cosas entre Seiya y tú se arreglen.

Por largos segundos se quedó en silencio, pensando en la respuesta. Estaba bien si me rechazaba, al fin y al cabo yo era su cuñado pero siempre me he preocupado por ella. La dulce chica que me enamoró en el momento en el cual mi hermano la presentó como su novia.

Quédate Conmigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora