CAPITULO 4

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—Oye, ¿Ya te vas?

Asentí.

—Si, pedí solo medio turno. Hoy tengo algo urgente por hacer.

Amy asintió. Ella era mi colega, mi amiga a quien confiaba mas.

—Oí que Beryl esta pensando en ofrecerte una cita —se cruzó de brazos—. Algunos ya le advirtieron que no estabas disponible pero ella no quiso escuchar. Dime, ¿Vas hacer que esa mujer se baje de la nube?

Me reí.

—Dejaré que se baje ella sólita. Nos vemos mañana Amy.

—Nos vemos, deseale un feliz cumpleaños a Serena de mi parte.

—¡Lo haré!

Salí a toda prisa del Hospital. Había contado las horas y minutos que pasaban en este hospital para estar lo que resta del día con Serena. Por fortuna ella se ha estado quedando conmigo más tiempo del que pude imaginar. Ya han pasado cinco meses desde que ella vino a vivir conmigo, además oficialmente ella ya está divorciada. Al principio la vi un poco afectada pero logró recomponerse invitándome a Dar una paseo y así hablar de nuestros trabajos.
Sus sonrisas brillantes habían vuelto, sus risas eran constantes y el brillo en sus ojos hacía que todo se iluminara. Mi chica estaba de vuelta.

Conduje a casa pero antes que nada hice una parada a la pastelería para recoger el pastel favorito de Serena. Un pastel de tres leches, decorado con una hermosa frase. Quería hacer este día perfecto, ella se lo merecía.
Está mañana cuando se despertó, le preparé unos panqueques y coloqué una vela en medio de ellos para después cantar “Feliz Cumpleaños” admitía que no tenía una voz perfecta para cantar pero hice mi mayor esfuerzo, y ese esfuerzo hizo que mi corazón se acelerará al tener su preciosa sonrisa.
Juro que haría lo que sea para siempre verla sonreír.

Justo al pensar en ella, una llamada por su parte apareció en la pantalla del auto.

—Hola cumpleañera. ¿Cómo va todo?

—Yo... Ah, bien, bien. —Había temblor y nerviosismo en su voz.

—¿Todo en orden, nena?

—Yo, se que nunca te pongo presión ni nada de eso pero... —suspiró—. ¿Puedes venir a casa, por favor?

—¿Por qué? ¿Que sucede?

No tuvo que decirme dos veces, presioné con fuerza el acelerador y esquive a todo idiota que se me cruzaba en el camino.

—Bien, es que tu madre está aquí, y junto a ella vino.... Ahm... Se...seiya y su... Su novia. —La Oí tragar saliva—. La incomodidad está asfixiandome, y no quiero ser descortés con ellos porque esta es tu casa.

—Tranquila, estaré ahí en menos de diez minutos. Sólo tranquila cariño.

—Esta bien.

Serena no colgó al instante, se quedó en silencio. Tal vez por que no quería colgar y regresar a la incomodidad con los inquilinos.

—Nena.

—¿Si? —respondió de inmediato.

—¿Que tal te fue en tu trabajo? —pregunté manteniendo un tema de conversación mientras llegaba a casa.

Por fortuna Serena comentó todo lo que había hecho en su trabajo, lo que había trabajado con los niños en el preescolar, y así al menos su voz se escuchaba más relajada.
Al llegar a casa estacione el auto aún con la llamada de Serena en curso.

—Ya estoy aquí.

No obtuve su respuesta, pero a cambio la puerta se abrió antes de que yo introduciera la llave.

Quédate Conmigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora